viernes, 31 de mayo de 2013

Pluft el fantasmita

Próximamente en la Sala Margarita Xirgu llegará "Pluft el Fantasmita" La historia más grande de piratas y fantasmas jamás contada.

SINOPSIS: Pluft es un fantasma al que le da miedo la gente. Junto con la ayuda de los marinos y otros amigos se embarcará en la búsqueda del tesoro de el Capitán Bonanza, el abuelo de  Maribel a la que también intentará rescatar,una niña inocente que ha secuestrado el fiero Pirata Pata de palo. Una obra que gustará a niños y no tan niños.

Podeis ver más información en esta página de Facebook, Hazte amigo y comparte el evento con tus amigos.
https://www.facebook.com/PluftElFantasmita?fref=ts

https://www.facebook.com/pluft.elfantasmita.5?fref=ts

O bien entrando en el twitter : @PluftF
Si tienes 3 y 10 años estas de suerte, puedes hacer un dibujo de "Pluft el fantasmita" y subirlo a la página de facebook citada anteriormente. Entrarás en el sorteo de dos entradas para el estreno de la obra .

Los días del estreno:
Sábado 29 de Junio a las 18:00 Sala Margarita Xirgu
Domingo 30 de Junio a las 12:00 Sala Margarita Xirgu
Puedes reservar tus entradas entrando en la web: http://salaxirgu.blogspot.com.es/ y mandando un correo a su e-mail.
No te pierdas esta magnífica obra, donde te lo pasarás de "miedo".
!!Te esperamos!!

Play Ocio Tv, !3..2...1...Telón!

Santiago Alonso, actor, escritor, director y profesor de teatro, llega a Play Ocio Tv con el  programa !3...2...1... Telón! Un programa donde contar y dar a conocer grupos de teatro, literatura y danza.
Próximamente aquí la promo.

Podéis enviar una muestra de vuestro trabajo a 321telon@playocio.tv ¡Os esperamos, !

Lágrimas del Destino, Capítulo VII


Capítulo VII


La vida me la había jugado bastante, desde aquel día. Pero todo había pasado, mi padre, había huido. El instituto era un lugar, donde me sentía agusto. Era mi primer año, y no conocía a nadie. Rubén y Daniel fueron a otro instituto, y ya no volví a verlos.

Era el primer día, estaba muy nervioso, había oído los rumores de las novatadas, y tenía un miedo horrible. Pero el principal miedo fue no conocer a nadie y estar solo todo el tiempo, veía a todo el mundo con gente, pasándolo bien, riendo, y yo en una esquina solitaria, observando de cerca.

El director se llamaba Vicente, era un hombre, alto, vestía siempre con chaqueta y pantalones oscuro, su gran bigote marrón, le cubría la parte baja de la nariz, llevaba unas gafas redondas, que disimulaban sus diminutos ojos. Su pelo castaño, aunque poblado por canas, seguía conquistando su cabeza, sustituyendo la calvicie.

Nos había enseñado el instituto. Tenía cuatro plantas, la planta baja, donde estaba secretaría, conserjería  dos talleres de tecnología y una gran cafetería. La primera donde estaban los alumnos de primero, la segunda donde estaban los alumnos de segundo, la tercera donde estaban los alumnos de  tercero y cuarto, y la cuarta donde estaban los bachilleratos y los laboratorios.

El jefe de estudios se llamaba, Ricardo, era todo lo contrario a él, bajito, sin gafas sin bigote, y calvo. La conserje se llamaba Marimar, fue abriéndonos las puertas, una a una. Era realmente grande en comparación con el colegio.

-Aquí tenemos las aulas de primero, donde empezareis vuestro primer curso-dijo el director acariciándose el bigote.
-Todos los profesores, os darán aquí la clase. Excepto cuando tengáis que ir al laboratorio o al taller de tecnología – continuó Ricardo

Cuando terminamos de hacer la visita guiada, visitamos la gran cafetería, se dividía en dos partes, una donde estaban las mesas y el mostrador con el encargado de la cafetería, y la otra donde había una biblioteca con siete largas mesas para estudiar. Solo sería el primer día, me decía, ya verás como conocerás a gente maravillosa.

El patio, estaba también en la parte baja. Se componía de una cancha de baloncesto, otra para fútbol, que era la zona donde se hacía educación física. Luego estaba la parte del recreo, unos bancos, unas escaleras y un porche donde, según el director, algunas veces daban algún que otro espectáculo.


Luego nos repartieron los horarios de cada clase, a mí me tocó primero D, al parecer mis compañeros eran gente normal seguro que de alguno podía hacer una bonita amistad. Nuestro tutor, se llamaba Fernando. Era un hombre de unos cuarenta años, bastante alto, con una buena mata de pelo.

Su risa estruendosa nos hacía reír a todos. Tenía dos grandes ojos verdes, y una boca tan pequeña como una oreja. Estaba casado, se veía en su alianza donde ponía: Virginia -22-4-90.

Luego nos dimos cuenta de que era esposo de la profesora de inglés, Virginia que también llevaba la misma alianza pero en la suya ponía: Fernando 22-4-90. Fuimos conociendo a los profesores que nos iban a dar clase, la de ciudadanía, el de plástica, la de tecnología, la de inglés, la de matemáticas, el de educación física, el de religión, el de naturales, el de sociales y el más simpático, el de lengua.


La clase era bastante grande, algo tenía que me hacía sentir bien. Me colocaron en primera fila, yo lo prefería para enterarme mejor. Poco a poco pasaron los días, me fui adaptando, cogí bien el ritmo, las clases las seguía muy bien, lo llevaba todo bien, excepto los de hacer amigos.

No lograba hacer amigos, en el club de fútbol, no, porque no me gustaba, en el club de los empollones, solo estaban aquellos que le hacían la pelota a los profes, el club de los “mayores”, donde estaban los que fumaban y sacaban malas notas, el club de los pijos, aquellos que tenían un pastón, el club de los góticos, aquellos que parecían haber salido de un auténtico cementerio.

Intentaba integrarme en el grupo que parecía más normal, pero se irían al pasar a segundo. Primero fue un año muy duro, por suerte no repetí, pasé limpio con todas las asignaturas aprobadas. Lo que no tenía aprobado era la amistad, en mi clase algún compañero empezaba a empatizar conmigo, y me hice amigo de Luis, que era un niño al que le gustaba mucho escribir historias. Fuimos inseparables y en segundo siempre nos sentábamos juntos, éramos grandes amigos. Era el instituto, al fin y al cabo casi el último empujón para la vida profesional.

Las cosas en casa estaban calmadas, mi madre ya no tenía que soportar el terror al que mi padre le sometía, aún seguíamos teniendo la ayuda de Clara. Era muy especial para mí. Como ella me dijo, son lágrimas del destino. Lágrimas del destino que nos ciegan el paso para seguir avanzando en el camino de la vida.

En segundo las cosas se empezaron a complicar. Era todo un poco más difícil, pero habría que adaptarse. Una día, al llegar a casa, y al sacar las cosas de la mochila, encontré una carta, al parecer… tenía una admiradora secreta. Amores, que podía decir del amor, había tenido mi primer rechazo a los siete años. Bueno, rechazo, más bien, “robo”. Aun me preguntaba quién podía ser, si no hablaba con nadie.



Lágrimas del Destino, Capítulo VI


Capítulo  VI


Todo había terminado entre mis padres. Ya no volverían a estar juntos. Todo ese amor… había desaparecido. Aún recuerdo, nuestras últimas vacaciones en la casa del tío Emilio. Era todo tan normal, éramos tan felices. Mis padres no discutían, y reían juntos. Paseábamos por la playa, cogíamos conchas, pescábamos pequeños peces en la orilla. Mi padre y yo construíamos figuras de arena y mi madre tomaba el sol. Clara también había venido, y daba paseos en la orilla o se sentaba al pie del mar. Algunas veces, mi padre y yo íbamos a pescar cangrejos en unas rocas que había en esa playa, mi padre les ataba las pinzas con un diminuto cordel para que no pudieran picarme, los observaba durante un tiempo, los dibujaba y luego los soltaba en su casa. Mi madre dibujaba el paisaje marino y Clara inmortalizaba todos los bellos recuerdos en su cámara fotográfica.

Pero todos esos recuerdos, seguirían siendo recuerdos. No volverían a estar vivos de nuevo… ¿Quién era el culpable de esto?
De nuevo se les oyeron discutir, esta vez quería observar de cerca, estaban en la cocina y la puerta estaba medio cerrada. Observé durante un tiempo. Y cuando estuve a punto de irme. Lo que vi me hizo volver. No lo podía creer, ¿serían imaginaciones mías? Mi padre le había pegado en la cara a mi madre. En ese momento, hecho una fiera, entré con toda mi valentía en la cocina.
-¡Que has hecho! ¿Estás loco?, ¡deja a mi madre en paz!, ¿me oyes?, ¡déjala!-¡Te odio!, ¡olvídate de mí!

Salí corriendo a la calle, iba a mi refugio. Esta vez nadie me siguió, escapé con mi bicicleta.
No volvería. Me quedaría allí, en mi refugio para siempre.

Era el colmo. Mis padres no se querían, mi padre se volvía loco. ¡Y yo tenía que soportar esto!.
-¿Me merezco yo esto?- dije gritando al cielo nublado
Caí con mi llanto al suelo, desesperadamente llorando, con el corazón partido. ¿Por qué no escapar?, Sería libre por fin, se acabarían las penas y por fin sería feliz de una vez. Me buscarían por todos lados, darían conmigo al final, ¿pero por qué debo huir yo, y dejar mi vida atrás para ser feliz?, Gente como mi padre, que se dedicaba a robar felicidad.

Comenzó a llover, y yo me refugié dentro del árbol.

(MIENTRAS EN CASA)

-¿Dónde está mi hijo? Por tu comportamiento de animal, nuestro hijo a huido ¿sabes?
-Tranquilícese señorita Carmela, creo que se dónde ha ido.
-La culpa es tuya, si no te hubieras ido seguiríamos igual
-Si no me hubiera casado contigo por lo menos Santiago sería feliz
En ese momento sonó la puerta
-Abro yo señores.
-Buenas tardes, somos los agentes Martínez y García. Venimos de la guardia civil buscamos a Agustín Mora del Río ¿Vive aquí?
-Sí esta es su casa. Yo soy Clara Martínez del Olmo, ahora mismo se está produciendo una disputa doméstica entre ellos, ayúdenme se lo ruego.
- ¡Alto! ¡Policía!
-Por fin señores.
-Señora venga conmigo ¿Qué ha sucedido? Tranquilícese
-Verá, mi marido y yo no éramos felices. Estaba cansada de que me tratase como un animal, por eso tuve que abandonar mi hogar durante dos días, necesitaba aclararme la cabeza. Fui a la casa de mi madre, que ya murió hace tiempo. Me instalé ahí, tramité con mi abogado el tema del divorcio y me dio los papeles. Entonces llamé a mi casa e informé de que volvería a las ocho de esta misma tarde. Mi ex marido, firmó el divorcio, pero cuando continuábamos hablando en la cocina, se levantó y me agredió, mi hijo estaba mirando, entró y le dijo que por que lo hacía. Mi hijo se ha escapado por esa puerta, tiene siete años.

-Bien, tranquilícese. Nosotros veníamos por otro asunto pero esto le ampliará la condena
-¿Ampliar la condena?
-Sí, nosotros veníamos con una orden de registro. Al parecer su marido es el principal sospechoso del asesinato de Joaquín Balbuena Gutiérrez.
-¡¿Cómo?!
-Así es. Mi compañero está registrando la casa.
-Yo… yo… no puedo más- cayó desmayada al suelo
-Señora, Señora vuelva,
-Agente, he encontrado esta pistola, al parecer tiene sus huellas. También encontré esta pala, contiene sangre de la víctima.
-¡Claro por eso hablaba tanto por teléfono!. Esto es… es totalmente…- cayó también desmayada
-Atiéndala, voy a por el señor Agustín
-Señora, señora… vuelva
-Agustín Mora del Río, queda usted detenido por el asesinato de Joaquín Balbuena Gutiérrez.
- ¡Soy inocente! ¡No podrán demostrar nada!
-Llévatelo al coche, vigílale
-Señoras, tranquilícense, ya ha pasado todo. ¿Saben dónde está su hijo?
-Me parece que yo sé dónde puede estar.
-Agente Martínez, acompañe a estas dos mujeres. Siga la dirección de esta señorita, sabe dónde está el niño
-De acuerdo
-Tiene que subir toda esta cuesta, y girar a la derecha. Ahora en este campo, ahí en esa pequeña montaña.
-¡Ahí está!
-Mamá, ¿Qué ha pasado?
-Nada, tu padre ya no volverá a molestarnos.
-Tranquilo chico, puedes venir con nosotros.

Tras ese día. Mi mundo cambió. Mi madre y yo tuvimos que ir a la consulta del psicólogo durante unos años. Pasaron cinco años. Mi padre no volvió a aparecer. Mi madre me dijo que mi padre había huido. Estuve en shock durante ese tiempo. Luego, en el instituto pude comenzar una nueva vida. Pero aquel día. Me marcó para siempre.




lunes, 27 de mayo de 2013

Lágrimas del destino, Capítulo IV


Capítulo IV

Eva. Mi gran amor. La chica de mis sueños. Me había sido arrebatada. Además por mi gran a migo Rubén. El sabía que me gustaba, y ¿Cómo se ha podido atrever a hacer tal cosa? Ya se podía ir olvidando de mi amistad. ¿Acaso no había más chicas en el colegio?, no, tenía que quitarme a Eva.

El ambiente en casa seguía igual. Mi madre había llamado, dijo que  a las ocho de la tarde estaría en casa. ¿A dónde habría ido?, ¿Tenía previsto divorciarse de mi padre?, desde luego que si se había ido lo tendría previsto. Antes de la llegada de mi madre quería terminar los deberes. Afortunadamente solo tenía que hacer la entrevista, pero ¿A quién? Mi padre no se despegaba del teléfono. Clara me había dicho que cuando terminase las tareas me ayudaría pero, ¿sería antes de que mi madre volviera?
La comida había estado muy buena, Clara preparó macarrones. De postre hizo unos pastelitos, ¡Qué buenos!
Las cinco llegaron pronto, y Clara terminó.


-Haber Clara, voy a hacerte unas preguntas ¿vale?- le informé como si fuera un periodista
-Vale- dijo riendo
- A ver… primera pregunta. ¿Cuál es tu profesión?
-Pues soy una asistenta, trabajo ayudando a una familia
-Segunda pregunta, Cuándo eras pequeña, ¿Qué querías ser de mayor?
-Bueno, yo siempre soñé ser veterinaria, me apasionan los animales
-Vale, esto es muy divertido-reí
-Bien, es la última pregunta ¿vale?
-¿Cuál era tu juguete preferido?
-Era una muñeca, me la regaló mi padre antes de partir a la mar
-Oh, qué bonito. Gracias por haberme ayudado Clara.
-De nada Santiago, me he sentido toda una estrella de la televisión, jajaja.


Al cabo de un rato, dieron las siete y media. ¡Tan sólo media hora para que mi madre llegase! Por fin podría abrazarla y darle un millón de besos. Aunque, sólo se limitarían a discutir.
El tiempo avanzaba rápido, se me pasó el tiempo volando, con mi libro “Simbad el marino”. ¡Cinco minutos! ¡Qué emoción! Pero, antes de los cinco minutos, el sonido del timbre invadió la casa.
-Yo abro-dijo Clara

-¡Señora Carmela!- dijo Clara mientras le daba un abrazo enorme a mi madre
-¡Clara!
-¡Mamá!
-¡Santiago!

Fue un momento emotivo, feliz ¡Mi madre había vuelto! Pero la felicidad cesó cuando entró a hablar con mi padre. Yo subía mi habitación, no quería oírlo.


-Agustín. Esta situación empeora, ya no voy a permitirte el lujo de que me trates como un animal. Hoy pondremos fin a este infierno.
-¿Infierno dices? ¡Já! Deberías estar agradecida de tenerme como marido. Yo al menos no desaparezco, y dejo abandonado a mi hijo.
-¡Tan sólo fueron dos días! Si me fui, sólo fue por tu culpa. He traído los papeles del divorcio. Si te niegas a firmarlos, lo dejaré todo en manos de mi abogado.

-Está bien, ¡Trae aquí! Ya está ¿contenta? A la vete, ¡A ver si encuentras a un tipejo que te pueda mantener!
-No, si el que te vas eres tú, la casa es mía. Seré generosa, y dejaré que te quedes hoy para que puedas organizarte. Pero, claro, no dormirás conmigo.

-¿Generosa dices?... ¡Claro que no dormiré contigo!

Después de no oír más gritos, bajé al salón.

-Mamá. ¿Puedo hablar contigo?- le dije
-Claro Santiago
Subimos a  mi habitación y dejamos a mi padre en el salón, que había cogido otra vez el teléfono.



-Mamá, ¡te eché tanto de menos! Creí que no volverías nunca. Tuve mucho miedo
-Perdóname Santiago… Sé que estuvo mal, pero, yo ya no aguantaba más.
-Lo sé. Pero…
-¿Podrás perdonarme?
-Claro mamá- dije abrazándola
-¿Papá y tú ya no os queréis?
-No cariño, hemos decidido ir cada uno por nuestro lado, podrás ver a tu padre si quieres.
-Bueno…


Nuestro amor se marchitó

Como gotas del rocío,
llora la noche al llegar el día.

Este viejo y humilde corazón,
su destino maldecía.

Quién pasó las noches en vela,
bajo la mirada de la Luna sombría,
Ahogando sus sentimientos.

Valses al compás del adiós,
como dos velas que ardían,
Nuestro amor... se marchitó

sábado, 11 de mayo de 2013

El Misterio del Crimen del Lobo, Capítulo 1


        

EL MISTERIO DEL CRIMEN DEL LOBO CAPITULO I


Caperucita roja, así solía llamarme mi madre cuando era pequeña. Me llamaba así por la chaqueta que llevaba, me la cosió ella misma, a mano. Nosotros habíamos tenido una vida muy humilde. Mi padre trabajaba en el campo del señor del feudo, mi madre se dedicaba a la costura. Esta época era difícil para nosotros, la clase baja de la sociedad, no era la que mejor vivía. No podíamos cambiar de estamento, pero aún así vivíamos como podíamos.

Nuestra vida era muy dura. Mi padre se levantaba temprano cuando el Sol apenas había coronado la cima y el gallo aun no  daba el aviso de un nuevo día. Mi madre me llevaba al taller, y yo allí dormía enrollada en unas mantas de lana de oveja. Mis padres trabajaban desde la madrugada hasta la tarde. A la tarde ya podíamos descansar.

 Nuestra casa era humilde, solo constaba de una única habitación, donde teníamos la hoguera para cocinar, dos pucheros, cinco platos, unos cuantos cubiertos, un colchón relleno de paja donde dormían mis padres y una manta rellena de lana donde dormía yo. El pueblo no podía tener caprichos, los de los caprichos eran el clero y la nobleza. Aquellos que el destino había premiado hasta el fin de sus días. Los domingos íbamos a misa, y allí nos encontrábamos con nuestros conocidos. Las misas eran en latín, nosotros no nos enterábamos mucho pero, había que ir a misa. Los inviernos eran muy duros, mucha gente moría. Teníamos que hacernos con dos cosas necesarias: comida y refugio. Si una de estas cosas faltaba, estabas perdido.

Pero un día, llegó lo peor. Estábamos en casa durmiendo cuando de pronto llamaron a la puerta fuertemente. Mi padre salió a recibir.
Era Vicenta, la dueña de la casa de al lado. Estaba empapada en lágrimas.

-¿Qué te pasa Vicenta?- preguntó mi madre
-Mi hija. Mí querida niñita…
-¿Qué sucedió?- dijo mi padre
-Esta noche, la mandé a por agua al río. Allí la atacó una fiera, y murió.- dijo llorando desconsoladamente
-¿Cómo?- preguntó mi padre
-Sí, tardaba mucho y mandé a mi esposo en su busca. Cuando vino me dijo que la había encontrado al pie del río.
-El bosque es muy peligroso. Hay muchos animales que pueden dejarte sin vida, giras la cabeza un momento y ya están encima de ti-dijo mi madre.

Ese no fue el primer asesinato. Poco a poco se fueron produciendo  más, y no solo en el bosque. Un día aparecía alguien sin vida en el mercado, otra al pie de las calles, otra en la plaza.

-Tiene que ser un hombre, los lobos no se acercan mucho por la ciudad.- se escuchaba por las calles.
Un día apareció muerto el hijo del rey. Al parecer estaba en el bosque bañándose en el río. Los guardias que iban con él huyeron despavoridos sin hacer apenas esfuerzo por salvarle la vida y allí estaban dando avisos por las calles.

-Es un lobo, un lobo asesino- decía uno
-Un lobo que parece un hombre, caminaba erguido- acompañaba el otro.

La gente empezaba a temer por los crímenes, empezó a hacerse con armas. Todo valía. Había algunos incrédulos que no creían y se adentraban en el bosque y no salían con vida. Leñadores, granjeros, clérigos, mujeres indefensas, niños, mozos artesanos, incluso el mismísimo hijo del rey habían sido asesinados por el lobo. Por unos años, dejaron de cometerse crímenes, pasaron dos, tres, incluso cinco años sin ningún otro crimen.

Pero el día más aterrador llegó. Era una tarde de invierno fría, aún faltaban unas cuantas horas para que el Sol se pusiera. Mi padre había sufrido un accidente en el trabajo se dañó la pierna al caerse. Necesitaba reposo. Aun así había que ir a por leña al bosque. Teníamos el permiso del señor para hacerlo. Mi padre no podía ir, así que tuvo que ir mi madre. Mi madre se despidió de mí y me abrazó por si algo malo la ocurriese. Me dijo que no le dijese nada a mi padre porque entonces, se temía lo peor.

Pasaron dos horas, tres, seis hasta que el cielo oscureció. Mi padre despertó de la siesta y preguntó por mi madre. No tuve más remedio que decírselo y corrió a toda prisa en su busca. Al llegar trajo a mi madre en brazos, la soltó en el suelo y se tiró en el suelo a llorar. No terminaba de creérmelo, mi madre. La fiera la había matado, estaba sin vida. Yo había tenido la culpa de dejarla ir.

-Yo he sido la culpable, padre perdóname- dije llorando
-Tuya no es, si no es mía por haber sido tan inútil, yo mismo había podido ir a por la leña. – dijo desconsolado.

Aquel día fue trágico, doloroso. Como mil flechas en llamas clavándose en mi corazón, Tenía el alma partida. Desde ese día mi padre juró que el mataría a esa fiera con sus propias manos.












NOTA: Cada sábado saldrá un nuevo capítulo

viernes, 10 de mayo de 2013

Capítulo III, Lágrimas del destino


Capítulo III

Aún no lo podía creer. Mi madre, había huido. ¿Dónde estaría ahora mismo?, ¿volvería algún día? Yo soñaba con una familia feliz, como la de Rubén o la de Daniel. Deseaba tener unos padres que no discutiesen todos los días. Ojalá. Siempre gritando, siempre con llantos, yo también lo pasaba mal, no era nada agradable verlos así. Por eso me hice este refugio, alejado de mi casa. Era un sitio fantástico, en lo alto de una montaña baja. Estaba debajo de un árbol, y desde ahí se veía una fantástica puesta de Sol. Aún recuerdo el primer día que vine, cuando mi abuelo murió. Mis padres me habían dejado con mi tía y mi primo, hace tres meses. No era consciente de nada. Solo me enteré cuando mi madre habló conmigo y me lo intentó explicar, y yo le dije: -No me he despedido de él, yo quería abrazarle por última vez. Eso llenó de amargura a mi madre.
Recuerdos amargos que me llenaban de tristeza, la puesta de Sol intentaba calmarme. Nunca me había quedado allí a dormir, me daba miedo, pero seguro que sería fantástico dormir bajo ese manto de estrellas. No cesaba mi llanto, mi madre, la que tanto me quería, había huido, pero seguro que lo habría hecho por algo muy grave. Seguro que volvería cuando estuviese más calmada. Lo que estaba claro, es que mis padres no estarían más juntos.
De repente, oí unos pasos acelerados que se acercaban.
-Al fin te encuentro Santiago- dijo Clara con la voz entrecortada
-¡Clara! ¿Qué haces aquí?, quiero estar solo-dije mirando hacia el suelo
Ella se sentó a mi lado. Al principio estuvimos callados mirando al horizonte durante un largo rato,luego Clara me dijo:
-¿Así que este es tu refugio?, es genial. Sobre todo las vistas.
-¿Sabes si mi madre volverá Clara?-dije yo mirándola a los ojos
-Claro que volverá Santiago, tu madre, necesitaba ir a tranquilizarse durante un tiempo.
-Me ha abandonado. ¿Qué clase de madre hace eso?
-Tu madre te quiere Santiago, se que volverá, solo necesitaba, despejarse de la situación.
-¡Qué más da si tu no me comprendes! ¡No sabes nada!- dije enfadado
-Tranquilo Santiago. Sé que es difícil… Cuando tenía nueve años, mi padre que era pescador, partió al mar en busca de una buena pesca. Se fue en su barco con su tripulación, el mismo decidió hacerse pescador, no paraba de discutir con mi madre. Durante tres años mi padre no apareció por casa, mi madre desesperaba cada vez más, y pensamos que no volvería. Y así fue, no volvió. Cuando tuve veintiséis años mi madre murió, y mi padre seguía sin aparecer, creí que tal vez la mar se le había tragado, y siempre soñaba que volvería. Y así ha sido hasta hoy, aun espero que vuelva.
Al oír la dramática historia de Clara, la abracé con mucha fuerza. Clara era una mujer bondadosa y cariñosa, siempre quería hacerme feliz.
-¿Crees que tu padre volverá, Clara?
-No lo sé, solo tengo la esperanza de que algún día vuelva, y pueda verle.
- Ten la esperanza Clara-dije yo intentando animarla.
-No perderé nunca la esperanza. ¿Estás mejor Santiago?
-Bueno, estoy más tranquilo. Aunque, sigo preocupado por mi madre.
-Encontré una carta que ella misma escribió, me dijo que necesitaba un tiempo para pensar, que volvería al cabo de dos días, puedes estar tranquilo-dijo Clara
-Bueno, entonces… ¿Volverá pronto?
-Sí
-Clara, mis padres se van a separar ¿verdad?-dije con la mirada perdida
-Eso me temo Santiago, pero no te preocupes, mis padres también se separaron
-Bueno, si no son felices es mejor, aunque a mí no me gusta nada
-Lo sé es difícil.
-Mira Clara, la maravillosa puesta de Sol.
-Es realmente mágico.
Después de la puesta de Sol regresamos a casa, estaba más calmado. Sabía que mi madre volvería, son cosas de mayores, supongo que mamá lo habría hecho porque lo necesitaba. Clara me estaba ayudando mucho, y yo la quería con locura.  En esta situación tan difícil que estaba pasando ella me consolaba para que no estuviera triste, la amargura que me amargaba el alma. Destino caprichoso que me trataba como un títere.  Lo que estaba claro es que, no cumpliría nunca el sueño de tener, una familia feliz.


viernes, 3 de mayo de 2013

Lágrimas del destino, Capítulo II


Capítulo II

-Página 125-dijo el profesor. En el colegio todo era aburrido. Había algunas clases donde me enteraba de todo, y otras donde parecía que el profesor hablaba en chino. Me gustaba lengua, plástica, e inglés, pero no soportaba matemáticas. Siempre me costaba aprobarlas, nunca saqué más de un seis. Me mantenía en el cinco, algunas veces la suerte me premiaba con un seis, o incluso, me sorprendía con un siete.
Como en todas las clases, siempre hay tres o cuatro que no dejan de molestar, estos eran tres: Víctor, Manuel y Guillermo. Siempre estaban igual, no paraban de hablar, ni de hacer ruiditos. A veces la profesora los mandaba callar y obedecían, pero era muy raro que hiciesen caso, la mayoría de las veces la ignoraban. Como en todas las clases, siempre está el típico listillo que lo sabe todo. Era Jesús, el que levantaba la mano tan rápido como el cocodrilo que se lanza sobre su presa. Luego estaban los alumnos normales, el grupo donde estábamos Rubén, Daniel, Eva y yo. Eva era mi gran amor, nunca me había atrevido a decirla nada, a veces la miraba tímido y sonreía ella parecía no inmutarse. Rubén y Daniel eran muy buenos amigos, siempre jugábamos en el patio, unas veces a los guerreros, otras veces a los piratas, otras veces a los caballeros, otras veces a los vaqueros, y muchos más juegos que nos inventábamos. Otras veces nos apuntábamos a jugar al fútbol, pero desde que a Rubén le dieron un balonazo en la cara, preferimos no jugar.
-Para mañana las divisiones de las páginas 126 y 127- dijo el profesor de matemáticas
-¡Qué más da! Si no lo vamos a hacer- dijeron al unísono los de siempre
Tocaba recreo. Me había traído los cromos de fútbol para cambiarlos. Me faltaban cincuenta para terminar la colección. Poco después sonó la sirena y pudimos salir.
-¿Os habéis traído los cromos?-les pregunté a Rubén y a Daniel
-Sí, aquí tengo mi taco-dijo Rubén sacando un buen taco de cromos con una goma que los sujetaba
-Yo también los traigo-dijo Daniel aunque su taco era más pequeño
Vamos a cambiarlos.
(MIENTRAS TANTO EN LA CASA)
-¡Clara! Venga aquí ahora mismo
-Dígame señor Agustín
-¿Ha visto a mi mujer? Son las doce, debería haber llegado del taller de costura hace media hora
-No la he visto, llevo toda la mañana en casa y por aquí no ha venido nadie
-Bueno, habrá que esperarla, pero más la vale que no tarde, ¡Tiene que prepararme la comida!
(Clara)
Continué con mis labores de la casa, todos los días hacía lo mismo, pero bueno era mi trabajo. Me parecía extraño que la señora Carmela tardase tanto, aunque, si ese señor fuera mi marido, juro que no volvería a asomar la cabeza por aquí. Pasé el polvo por la cómoda de la habitación de los señores y… cuando pasé el polvo por detrás, cayó algo, era una carta. La firmaba la señora Clara, al parecer había huido, porque no aguantaba a su marido. Al final de la carta, decía que tenía algo muy importante que decirme, y que muy pronto me escribiría. Estaba asombrada.
De repente entró a la habitación el señor Agustín y me arrebató la carta de las manos y entonces dije:.
-La señora Carmela, ha huido.
-¡Que disparate es este! ¿Qué se cree? ¿Qué encontrará un marido mejor?, pobre de su ignorancia-dijo Agustín.
-Déjala que se vaya, verás como vuelve al cabo de la media noche, no aguantará-terminó y salió de la habitación.
Llegué del colegio, el día había sido duro, había conseguido diez cromos nuevos, sólo cuarenta para cavar la colección. Iba a subir a por mí álbum cuando mi padre me dijo:
-Siéntate Santiago, tenemos que hablar-dijo mi padre con la mirada perdida
-Tu madre, ha huido de casa. Es posible que, no la volvamos a ver. No la entiendo, dice que yo soy un pésimo marido, ¡eso es que no me valora! - dijo con ira.
-¿Cómo que se ha ido?, no, no es posible, ¡No! ¡Mamá! ¡Mamá! ¿Dónde estás?- dije gritando con desesperación.
Asombrado. Sin palabras. Mi madre, había huido. Corrí hacia mi refugio, que estaba en lo alto de una pequeña montaña. Y comencé a llorar.