lunes, 30 de septiembre de 2013

El Séptimo Invitado: Capítulo 4, Sucesos extraños.

Desperté de mi ausencia. Miré las caras de todos los invitados. Todas aquellas expresiones y gestos que decían miedo, pero que tal vez, ocultasen miles de secretos aun por ser sacados a la luz. Carlos seguía al piano, la verdad es que con grna maestría deslizaba los dedos por aquellas teclas del piano de ébano que se situaba en medio de aquel salón. Las gotas y truenos de aquella inmensa lluvia que precipitó hacían el compás de la pieza. Carlos cerró la tapa del piano cuidadosamente, y se levantó en silencio. Paseó unos instantes, luego se paró y charló con Francisco que observaba la tarde que se había preparado. Miré a Maite, que estaba sentada mordisqueando un bolígrafo, y pudo transmitirme el miedo que tenía en su interior.
-Menuda está cayendo. Me parece que no podremos tomar el fresco en el jardín- apuntó Rosa
-Cuando amaine un poco, todo es cuestión de esperar... -introdujo con tono misterioso Julia
-O si no, me resguardaré bajo el porche, me gustaría salir a fumar, para calmar los nervios... -Dijo Miguel
-Ten cuidado con la verja, y más ahora que está lloviendo- le dijo en un tono burlesco Maite
A lo que Miguel respondió con una mueca de desinterés y "calla por tu bien".
-Yo creo que deberíamos encontrar la razón, de porqué motivo estamos aquí todos, está claro que no para un fin de semana... -puntualicé
-Pues no encuentro manera alguna, yo no conozco a nadie de los presentes- se alteró Francisco
-Bueno, seguro que tiene que haber algo que nos relacione a todos de alguna manera posible...- insistí
Quedaron todos callados. Pero de repente  algo hizo llamar la atención de Rosa.
-¿No escuchan?- dijo señalando a la ventana
-No- respondió con asquedad Carlos
-Espera... ahora si escucho, son campanas- respondí
-Eso quiere decir que cerca de aquí hay una iglesia- indicó Maite
-Al parecer no estamos tan incomunicados- rió de buena gana Julia
-Bueno no se ustedes pero yo estoy hambriento- dijo Francisco mientras se frotaba la tripa
-Deberíamos cenar algo, para calmar los nervios... - le siguió Maite
-Yo no tengo idea de cocinar- confesé
-No se preocupe Diego, ya nos encargamos nosotras- me dijo Julia
Todos fueron saliendo de aquel salón, unos a fumar, otros al baño, que estaba en la puerta de enfrente a la recepción. Y yo decidí explorar más detenidamente mi habitación así que subí. Aún seguía el vino esparcido, pero decidí limpiarlo después. En ese momento mi mirada se dirigió al cabecero de la cama. Y me puse pálido al descubrir aquel detalle. Había un muñeco igual a mí. Estaba vestido igual que yo. Entonces creí que se trataba de una broma de mal gusto. Pero cambié de opinión cuando entré a la habitación de Maite, y vi otro muñeco igual que ella. ¿Qué clase de juego macabro es este? ¿Quién o que nos ha encerrado aquí?. Decidí bajar a enseñárselo a los demás.
-¿Os habéis dado cuenta de estos muñecos?- pregunté al aire, porque, sólo Rosa estaba sentada leyendo.
-Sí, lo vi nada más dejar la maleta. Me impactó porque me recordó a la macabra historia que leí hace años. Diez personas... que morían una a una en una casa...- confesó tras palidecer y establecer una mirada perdida
-No se preocupe Rosa eso no sucederá, confíe en mí- dije sentándome a su lado
-Me parece todo tan raro... no se que hacemos aquí- me dijo
-Tampoco lo sé yo, en fin... todo consiste en mantener la calma...
Acto seguido metió el libro en el bolso y más nerviosa que un niño en una actuación de colegio se fue despavorida.
-He de... subir a a mi habitación.... un momento. - y con eso se fue
Quedé solo en aquel salón, observando el horrible muñeco con ojos de cruz y boca de ralla mal cosida. Rosa tenía razón... era todo tan extraño...
Al momento entraron Carlos y Francisco.
-Estamos empapados, ni ese porche es capaz de proteger del todo- rió Francisco
-Y eso que yo solo he salido a observar las estrellas, porque las adoro- dijo con tono de admiración Carlos
-¿Creen ustedes que Mr.Wood aparecerá pronto?- me intrigué
-No creo... he registrado toda la casa, y no hay más que nuestras habitaciones, este salón, el cuarto de baño y la cocina...
-Yo creo que está escondido en algún lugar, cuando subí antes a mi habitación oí unos golpes muy fuertes en el jardín.- me comentó Francisco
-¿Que creen ustedes que son estos muñecos?- les dije enseñándoselos
-Cuando lo vi pensé que eran obra del mismo Satán....- empalideció Francisco
-Yo me lo tomé como una parodia, nunca había visto una versión tan... bueno... de mí- rió nerviosamente Carlos
-!La cena está!- se oyó a Julia desde la cocina
-Vamos a ayudarte enseguida- dijo Carlos
-Yo... enseguida voy, tengo que subir a mi habitación, a por mi rosario.... tradiciones... antes de comer- dijo Francisco
De la cocina salió Maite, y se sentó a mi lado.
-Diego, tengo miedo. - me dijo
-¿Porqué?- le dije con tristeza
-No se, todo esto es muy raro... una verja electrificada... unos muñecos con mala intención sobre nosotros...
-No pasará nada, todos estamos juntos, no hay porqué preocuparse- la abracé
-Gracias por ayudarme- me sonrió.
Después de un rato, la cena estaba servida y nos sentamos todos en la mesa. Aquella mesa tan grande.
Nos habían cocinado un excelente pollo asado con patatas.
-Esto está delicioso- dijo Miguel
-Gracias, lo he hecho yo.. es una vieja receta- se sonrojó Rosa
-Yo he ayudado en lo que he podido- dijo Julia
-Y yo pelé las patatas- rió Maite
-Pues está exquisito- respondí yo
-¿Saben ya como podremos salir de aquí?- se inquietó Julia
-No, pero si son todo delicias, me vale- rió Carlos
-Vaya lo había olvidado, !mi inyección!, ya mismo regreso- Se levantó Maite
-Vale sube, te esperamos para el postre- le apunté
En ese momento todo quedó a oscuras. Un apagón invadió la casa. Se oyó como cerraban la puerta principal con llave. Y todos comenzaron a correr hacia ella, Miguel la aporreó con fuerza y Carlos gritaba.
-Rápido por la ventana, escapemos.
Pero todos quedamos paralizados cuando... en medio de la oscuridad empezó a sonar un canto. El canto de un monje, todos quedamos de piedra. Sonaba tan estruendoso que Julia y Rosa se pusieron a chillar. Había gente que se había subido a la habitación como Francisco que no pudo con la ansiedad. Y enseguida el canto se calmó. Y las luces volvieron.
-!Maldito psicópata!- grité
-¿Quién ha sido el bromista? - se encaró Miguel
-Yo desde luego que no, he estado todo el rato de pie en la puerta- confesó
Pero algo nos impactó aun más, cuando oímos a Maite gritar. Rápido y en pelotón subimos. Entonces fue cuando impacté a Miguel contra la pared.
-¿Acaso crees que no me voy a dar cuenta de que has estado en mi habitación?- le tiré del pantalón
-¿Qué dices?- me encaró
-¿Y estas manchas? son del vino que sin querer derramé- le dije
-Cállate no se de que estás hablando...
Estaba claro que algo estaba buscando en mi habitación.
Cuando llegué arriba vi a Maite en el suelo entre sollozos.
-Era horrible... !!horrible os digo!!- gritaba
-¿Qué pasa Maite?- le pregunté asustado
-El Monje, estaba en la ventana del jardín y me ha señalado, se le ha visto la cara !!era un monstruo!!
-Debes estar delirando gordita - apuntó Miguel en el peor momento
-Mira yo se lo que he visto, !y basta ya de jugar así conmigo!.
-Yo me voy a terminar la cena, si queréis seguir con esta mujer... yo me comeré vuestras cenas- rió burlón Miguel.
Cuando todos bajaron abracé a Maite.
-¿Tú me crees verdad Diego?- me dijo
-Claro, tranquila... estoy contigo Maite
Pasado un rato arriba después de tranquilizarla, Francisco subió con la cara del blanco de la Luna.
-Vais a cambiar de opinión cuando veáis, la carta que ha pasado por debajo de la puerta Mr.Wood...

martes, 17 de septiembre de 2013

El Séptimo Invitado,Capítulo 3: "Los Invitados"

Cuando abría la puerta, vi que no estaba solo. Como dije antes conté seis. Conmigo siete personas.
Todas se quedaron mirándome por un segundo fijamente. Yo quedé al principio un poco mudo, hasta que al fin las palabras me salieron.
-Buenas tardes, busco a un tal Mr.Wood.- dije bastante intrigado
-Esta claro que usted es el séptimo invitado- dijo uno que estaba sentado frente a un piano.
Aquel salón parecía de un mismísimo rico. Una alfombra granate abrigaba el suelo con su cálido y vivo color. Las paredes, parecía que iban a contar viejas historias de lo antiguas que eran, se tornaban en un color ocre. Había una gran ventana, por la que se veía un gran rosal del tenebroso patio. Los demás invitados se esparcían por aquel salón, uno miraba tras la ventana, una mujer se sentaba en el sillón de cuero granate y elegante. Otros simplemente exploraban aquella adornada sala, observaban los cuadros y los preciosos marcos con diseños barrocos y delicados que envolvían esas obras de arte.
-¿El Séptimo invitado?-dije dirigiéndome hacia él.
-Sí, cada uno tenemos un número. Yo soy el invitado número tres. Lo sé simplemente por el número de habitación que nos ha tocado a cada uno. Pero que mal educado soy, perdóneme, no me he presentado. Soy Carlos, ese tal Mr.Wood también me ofreció su relajante fin de semana y lo acepté.- me explicó
Era un hombre bastante elegante. Vestía traje gris y corbata azul oscura. Su tez se tornaba dura y su mirada adquiría un carácter misterioso, aquellos ojos verdes hipnotizaban a cualquiera, he de reconocerlo. Su peinado, compartía mi gusto aunque, el poseía un pelo más corto.
-¿Y usted quién es, no se ha presentado aún?- Dijo una de las mujeres que paseaba observando los cuadros.
-¿Es el tal Mr.Wood?- dijo el hombre de la ventana
-No, no soy el tal Mr.Wood. Me llamo Diego. Ese señor también me invitó a pasar un relajante fin de semana. ¿Ustedes también recibieron la invitación del fin de semana?-
-A mí no me dijo nada de un fin de semana. He de decir que la invitación me asustó bastante. Me dedico a la edición de libros y el me propuso un buen precio a cambio de que echase un vistazo a algunos escritos que tenía- dijo la tercera mujer que se encontraba sentada en aquel sofá.
Era rubia, con un moño recogido sujeto con una pinza en forma de mariposa que le hacía tener un peinado bastante elegante. Su rostro dejaba ver las secuelas de la edad, pero debía ser una mujer de unos cuarenta y seis. De media altura vestía una camisa de un color lila, adornada por una preciosa rebeca blanca de lana. Sus ojos azules lo decían todo de ella.
-Y me temo que si no aparece no podré cumplir con lo que me ha dicho. Soy Julia, encantada de conocerle.
-Puede tutearme, no hay problema-dije con un tono más relajado
-Pues en mis tiempos, cuando yo aún era un zagal, al que se le ocurría llamar de tú a una persona mayor, tendría buen castigo de sus padres- rió uno de los hombres que se sentaba frente a la mesita. Soy Francisco. Ese tal Mr.Wood del que yo también recibí invitación me dijo que necesitaba a alguien para, confesar antes de morir.- explicó
Era un hombre anciano, con varias arrugas en torno al rostro. Con ojos de un tono gris que me llamó tanto la atención que quedé embelesado por unos instantes. De pelo lacio, una mezcla entre tono castaño, que debió ser el que poseía en su juventud y el pelo blanco que poseería hasta el final de su vida. Vestido con un jersey negro, y un pantalón marrón oscuro.
-¿Confesar?, así que usted era su amigo. ¿Entonces le conoce?-preguntó una mujer que leía un libro.
-No, jejeje no me refiero a secretos. Buscaba el perdón de sus pecados, soy cura.-riño de buena gana
-¿Y usted? ¿Porqué no deja de leer y se presenta?- replicó el otro hombre sentado a la mesa
-Soy Maite. El tal Mr.Wood, tampoco me habló de ese fin de semana. Me explicó que necesitaba defensa ante un tribunal, cosas de herencias. Soy abogada, y ojalá que siga siéndolo durante mucho.
Era una mujer de pelo largo y castaño. Con carácter afable y simpático. De ojos marrones que se ocultaban bajo las gafas de pasta fina que le daban el toque de intelectual que bien se merecía. Era un poco rellenita y la blusa verde adornada con estampados rosados, le quedaba bastante corta.
-Osea que Mr.Wood nos ha tomado el pelo a todos. ¿Y para eso cancelo mi reunión?. Menuda soez.- dijo el hombre de la mesita
-Bueno, ya que se ha decidido por fin a abrir la boca, ¿porqué no nos dice su nombre?-le interrogó la una mujer que fumaba un cigarro al lado de la ventana.
-Usted tampoco a abierto la boca, está demasiado ocupada con sus cigarros.- le replicó el hombre levantándose de la mesita. Pero bueno, debo presentarme. Soy Miguel. Mi vida es bastante aburrida, también decidí venir por visitar un ámbito rural. Mr.Wood, me llamó para firmar un contrato, soy asesor financiero y cuando me enteré no pude rechazarlo.- comentó mientras paseaba a ritmo intermitente por el salón.
Parecía un hombre con bastante carácter a simple vista. De un tono ocre claro, así se representaba su pelo. Rizado pero corto, este vestía con chaleco azul eléctrico y camisa blanca con cuadros negros, que le asomaban del cuello. Su barba amenazaba con irritar a cualquiera que le saludase, pero estaba bastante bien colocada. Tampoco era excesiva. Sus cejas se arqueaban cada vez que se enfurecía.
-Pues vaya. Ha sido todo una tremenda estafa, por que no creo que haya ninguno que venga por el trabajo de recepcionista y secretaria ¿verdad?. Bueno, que más da. Me llamo Rosa. Y todo esto parece una cámara oculta de verdad si esto es una broma que alguien lo diga y terminemos con el juego.- dijo con carácter burlón
-No creo que lo sea- afirmó Francisco.
Me parecía una mujer bastante desagradable. Lo decía también su cara. Con un peinado tirante, del que se escapaban algunos pelos pelirrojos y le colgaban por ambos lados de la cabeza. No me gustaría nada enfadarme con tal mujer. Vestía con chaqueta verde y camisa blanca de manga larga. Sus ojos lanzaban mirada desafiante a quien los mirase o se parase a observarlos.
-¿Alguno a conseguido resolver el acertijo que viene al final de la carta?- Pregunté intentando aclarar un poco la situación.
-Es evidente la solución.- apuntó Miguel- No se trata nada más y nada menos que de un ladrón.
-Está usted en un error, pues el acertijo aclara que no es ladrón. La respuesta es claramente un monje.- explicó Francisco
-!Claro!- exclamé yo.- Estaba tan nervioso que ni me detuve a pensar que podía ser.
-Pero no se que querrá decir con un monje...- se intrigó Rosa
-Puede ser que el tal Mr.Wood sea un monje- sospechó Julia
-Un monje... no se si tendrá algo que ver pero... Yo trabajé en este sitio durante algunos años. Y según una leyenda muy famosa en este pueblo, un monje de una abadía fue asesinado en el bosque. Era una noche fría con una niebla espesa que envolvía a cualquiera que la viese. La abadía de los monjes de la que os hablo, se enteró de que uno de los monjes practicaba magia negra y que el mismo Satán pronto habitaría en su abadía si seguía rindiéndole culto. Así que tuvieron que tomar una difícil decisión, aun que su alma quedara condenada de por vida. Toda la abadía se reunió mientras este monje se encerraba en su habitación practicando aquellos sacrilegios oscuros. Tras tomar la dura decisión, esa misma noche salieron al bosque. Y allí lo mataron. Cuenta la leyenda que el mismo aliado con Satán planeo la venganza eterna. Pues aquel que se atreviese a entrar en el bosque... sería asesinado. - Nos contó Maite
-Menuda chorrada ¿Enserio me estás diciendo que me lo crea? Jajajaja- rió sarcásticamente Miguel
-Puede ser que tengamos alguna relación con la leyenda- Apoyó Francisco
-Es cierto. Esa leyenda se cuenta por estos lares.¿Mucha casualidad es que la respuesta al acertijo sea un monje no?- Comenté yo
-¿Os vais a tragar lo que esta rellenita dice?- Atacó Miguel
-Tenga un respeto, yo no he osado a insultarle- le gritó Maite
-Tampoco a dicho nada que no sea cierto- dijo con un tono burlesco Rosa
-No nos amargues más el fin de semana- le reprochó Julia a esta
-Amargado ya está por todos ustedes- Se enfureció Carlos
-Bueno cálmense, no hay por que dicutir- Intentó calmar Francisco.
-Venga abuelo, no me venga con tonterías- comentó Miguel dándole una palmadita en la espalda
-¿Abuelo? como te atreves....
Y todos comenzaron a gritar, y a tirarse trapos sucios. Hasta que me cansé de orilos.
-!Basta ya! !Diablos!- grité con todas mis fuerzas-¿No ven que insultándose no van a llegar a ninguna parte?
-Tiene razón, nos hemos pasado- admitió Rosa
-Debemos, armarnos de paciencia....- dijo Julia tras un largo suspiro
-Debemos averiguar cuál es la razón por la cual nos encontramos aquí- les exliqué yo-Tal vez si lo averiguamos sepamos....- me interrumpieron
-Lo que debemos hacer es buscar a ese tal Mr.Wood. No hemos visitado todo el hotel, tal vez se encuentre esperándonos en alguna habitación.- indicó Carlos
Cuando quise mirar por la ventana había anochecido. Estaba todo oscuro.
-Bueno, cuando se aclaren y terminen de contar historias de poca monta avísenme.  Voy a salir a fumar.
-Me voy contigo- dijo Rosa dirigiéndose hacia la puerta.
-Yo voy a subir a dejar mi maleta, ya que he sido el último en llegar- les dije
-Te acompaño así te enseño donde está tu habitación- dijo Maite
-Pues nosotros nos quedamos aquí- resopló Francisco
-Yo seguiré al piano- informó Carlos
-Yo tengo que hacer una llamada. se levantó Julia
-Bueno sígueme Diego- me dijo Maite.
Subimos las largas escaleras de aquel recibidor abandonado. Se dividían en dos secciones
-Es por aquí- indicó Maite apuntando hacia la derecha
-Que mala espina me da Miguel. No es por que me haya insultado, si no por que creo que guarda algo. Oculta algo se le ve.- me susurró Maite mientras subíamos.
-¿Usted cree?- me intrigué
-Sí, además. Antes de que llegara usted no ha parado de subir y bajar todo el rato. Y cuando he subido por última vez a mi habitación mi collar de perlas no estaba, yo creo que me lo ha robado.- me confesó.
-Tranquilícese mujer seguro que aparece.
-Es esa puerta, donde aparece el siete-señaló
-Gracias- la miré. Y en ese momento me recordó a Susana, tenía sus mismos ojos y quedé embelesado.
-¿Se encuentra bien?
-Sí, no es nada. Espéreme aquí enseguida salgo.
Aquella habitación era inmensa, una cama de matrimonio ocupaba casi toda la habitación y un gran ventanal por donde entraban los últimos rayos de Sol de la tarde me cegaban. También tenía una mesita de noche. Sobre el cabecero de la cama enmarcado se encontraba la frase "Que valor inmenso posee la vida. Menos cuando es arrebatada, y deja una herida que ni el tiempo puede cerrar".
Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo.
-!Menudo psciópata!- me dije. Asustado retrocedí hacia la puerta y sin querer tiré una botella de vino. El cristal se partió en mil pedazos y el vino se esparramó por la habitación.
-¿Va todo bien?-llamó a la puerta Maite
Salí de la habitación y la expliqué que sí.
-He aprovechado para coger mi inyección, por eso tardé tanto.- Me confesó con media sonrisa mientras me mostraba su medicina.-Soy diabética
-Vaya, bueno, parece que lo lleva bastante bien- le devolví la mirada
-Sí, más me vale.
Al bajar oímos a Miguel enfurecido de nuevo y nos apresuramos.
-¿Qué sucede?- pregunté
-Pues que casi me dejo la vida ahí afuera- se me encaró
-La verja está electrificada- dijo con aire temeroso Rosa
-¿Y porqué motivo?- preguntó Francisco
-!Pues no lo sé!-  pisoteó fuerte contra el suelo Miguel
-Pues yo he intentado llamar a mi familia para decirles que había llegado pero, no he podido porque no hay cobertura aquí.- confesó Julia
-Qué extraño, cuando yo salí afuera tampoco había...- se atemorizó Rosa
-Entonces quieren decir que. ¿estamos incomunicados?- se preocupó Miguel
-Eso me temo...-le siguió Francisco
La lluvia comenzó a precipitar fuertemente. Y mi miedo iba en crescendo. Estábamos incomunicados, en medio de un maldito bosque. Con un tal Mr.Wood al que tenía bastante afán en poner frases un tanto psicópatas en las habitaciones. La melodía del piano a manos de Carlos empezó a sonar de nuevo. Invadía la sala con el "Claro de Luna". Mientras se notaba el aire de sospecha y miedo entre los invitados. Todos se miraban y todos se hacían la misma pregunta ¿Porqué?.


sábado, 14 de septiembre de 2013

El Séptimo Invitado, Capítulo 2: "La llegada"

Me levanté a por una silla, ya que el sofá cochambroso había llegado a su fin. Me daba pena, pero a la vez alegría. Retomé la frase anterior, había dicho que aceptaría aquella invitación tan extraña, la que firmaba ese tal Mr.Wood que tanto conocía mi sofá. Miré mi reloj, aún era temprano solo eran las diez y treinta y seis. La silla era de respaldo de madera y se me clavaba como una estaca. Al fin encontré algo interesante en la televisión, un programa sobre chismes. No me gustaba, pero me hacía gracia cuando empezaban a montar un circo.
Cuando acabó, miré el reloj de nuevo, las doce y tres minutos. -!Que tarde! me-me dije a mi mismo.
Noté que no tenía sueño, estaba muy preocupado respecto a la carta. Era todo tan misterioso, ¿Qué clase de persona invitaría así como así a su hostal? Seguro que nada bueno, pero no podía quedarme aquí anclado sentado en mi sofá pati-corto mi vida necesitaba alguna emoción. Me tomé una tila que me ayudó a dormir. Pero  por una hora nada más, luego por error sonó mi despertador, me provocó tal cabreo que lo estampé contra el suelo. Y ya no pude dormir más que esa hora. Me levanté y lavé mi cara. Abrí la nevera y cogí una de las cervezas. Me la llevé a la silla de la tortura y la destapé. Mil dudas atravesaban mi cabeza como dardos incendiados, ¿que querría en realidad aquel Mr.Wood?¿Debería aceptar la invitación o debería seguir apalancado en mi apartamento de soltero viendo chismes en la televisión?. De momento sabía que iría pero,primero, observaría el lugar. El golpe de sueño me azotó, pero conseguí resistirme. Le di un buen trago a la cerveza, y luego mis ojos comenzaron a ceder, y todo se volvió cálido... y me quedé dormido.
A la mañana siguiente, desperté en el suelo. Me habría caído de la silla torturadora, o simplemente habría preferido dormir en el suelo. Miré el móvil que estaba vibrando en la mesa. Luego calló. Pero no conseguí í seguir durmiendo. Me levanté de la silla y me dirigí a la cocina, me serví un buen café cargado. Para espabilarme. Hoy era el día. Un nudo en el estómago me sirvió otra ración de nervios, al pensar aquello que era aterrador. Eran las doce menos cuarto, el sueño me había atizado bien, al menos esta noche. Me fui a la ducha, me relajaría bastante, después de todo, tenía que estar preparado para lo peor. Me sentó genial estaba más relajado. Me engalané con mi mejor jersey de rombos granates y un precioso fondo gris. Me puse unos elegantes pantalones marrones, y me calcé unos zapatos brillantes que utilicé para la boda de mi hermano. Después de peinarme,decidí salir a dar una vuelta por la calle. El tiempo se mantenía en la linea de ayer, pero esta vez era el cielo oscuro, algunas nubes lejanas indicaban que llovería pero no aún. Reflexioné por un momento donde podría ir y la idea invadió mi cabeza me dirigí al parque de los álamos. Donde conocí a mi ángel. Se llamaba Susana. Un día fui a pasear al parque y casi me atropella con la bici, entonces ella se bajó la miré, me miró y supimos que éramos el uno para el otro. Al cabo de tres años decidimos casarnos, pero un día antes de la boda, sufrió un accidente, apareció muerta, al parecer se había caído por unas escalaras.Aún presiento que está conmigo, y que el accidente no la hizo olvidarme. Quería ir allí para relajar mis nervios antes de montar en coche y embarcarme en lo desconocido. Cuando llegué me senté en un banco bajo  los álamos. El fresquito mañanero despeinaba mi flequillo, miré a la fuente a la que en su día yo y  Susana bautizamos como," la fuente de aquel día". El recuerdo hizo caer dos lágrimas de mis ojos, pero las limpié rápido. Debía volver a casa. Así lo hice comí y me acosté la en el sillón, que había calzado con un libro de "Atlas del mundo". Me desperté en sudor, miré el reloj con ansia, !las seis y veinte!.-grité. Miré de nuevo la invitación y me di cuenta de que no tenía ni idea de llegar. Así que bajé a toda prisa hacia el coche y puse el GPS. Castillar de la Roja estaba a una hora y media según esto. Llegaría a las ocho en punto, así me daría tiempo a mentalizarme de aquello. Así que subí de nuevo y preparé la maleta. Metí rápidamente dos pares de camisas, dos pares de pantalones, un par de zapatos, dos cinturones, el cargador de mi móvil, unas cuantas pastillas para combatir mis dolores de cabeza y un paquete de tilas. Y bajé rápidamente al coche. Antes de arrancar cerré los ojos y dije -Allá voy-
El camino fue tranquilo, hasta que me encontré con el atasco. Las siete y media. Y tenía que estar listo a las ocho y media. Todo el mundo se pitaba. y yo me relajaba con  el country  en la radio, pero también me ponía nervioso. Al fin, después de diez minutos sin moverme del sitio. Pude arrancar y llegar al Hostal El Cuervo. Cuando llegué y miré lo que me esperaba, se me erizó el pelo de la piel. Era un hotel de una fachada prominente, blanca adornada y elegante. con un pequeño pabellón en la entrada, y un jardín inmenso a su alrededor, había tres grandes ventanales en la parte superior, y los árboles del jardín le daban un toque tenebroso. Salvo por la luz del pabellón de la entrada que le daba un poquito de vida. Aún no había anochecido pero cuando lo hiciera, sería un auténtico terror tomar el aire. Me extrañó bastante que estuviera tan aislado del pueblo, no había ni una sola casa al  rededor, por que estaba metido en un bosque. Era todo tan extraño, agarré la invitación situada en el salpicadero, me armé de valor y bajé. Abrí el maletero, cogí la maleta y llamé a un automático que había en la puerta. Alguien me abrió la enorme verja de hierro forjada, que tras entrar se cerró. Ya estaba dentro de aquel hostal. Avancé por el largo y tenebroso jardín lleno de hojas secas y podridas, y llegué a la entrada. Había una plaquita que decía "Bienvenido al Hostal El Cuervo" junto a ella había un timbre al que llamé. No contestaban. La puerta estaba abierta, así que pasé.
-¿Hola?- dije
No contestaba nadie, era un lujoso hotel al extremo izquierdo estaba la solitaria recepción, al otro extremo, se dejaba ver una gran puerta donde arriba en un letrero indicaba "salón". En el medio de los dos lados se podía ver una gran y amplia escalera que desviaba dos lados, uno a la izquierda y otro a la derecha, y acababa en dos balcones opuestos. Posé mi mano temblorosa en el pomo de la puerta de aquel salón y lo giré, un gran golpe me hizo frenar, la puerta se había cerrado de golpe. Pero lo ignoré y la abrí del todo. Quedé asombrado cuando, dentro de la sala, se encontraban otras personas.Pude contar seis. Todos se quedaron mirándome.

lunes, 9 de septiembre de 2013

El Séptimo invitado, Capítulo 1: "La invitación"


Me levanté de aquel cochambroso sofá. Al parecer me había quedado dormido. Me incorporé, e intenté abrir los ojos. Enseguida miré mi reloj, eran las siete menos veinte. Vivía en un pequeño apartamento situado al norte de la ciudad, era minúsculo. No podía casi ni moverme a mis anchas, estaba claro que era un apartamento de soltero. Tenía un pequeño recibidor con un pequeño mueble de un tono grisáceo, para dejar las llaves al llegar, comunicaba con la cocina, que era también minúscula, adquiría estilo americano,pues la ventana que daba al recibidor. Allí se juntaban toda una tropa de electrodomésticos, una lavadora, que estaba encajonada en una esquina de la cocina, un microondas, al que le costaba funcionar a la primera, una vitrocerámica, desgastada de tanto uso, desde abajo se podía observar un pequeño horno, el que sin embargo, funcionaba a la perfección. Tenía que lavar a mano, a si que en el hueco del lavavajillas, instalé una pequeña alacena, para guardar los productos de limpieza. También disponía de una mesa plegable que cerraba y abría a mi antojo. Observé que había una buena montonera de platos en la pila, me habría quedado dormido de tanto trabajar.
Dedicarse toda una vida a salvar otras es muy agotador, y muy duro. Estaba acostumbrado a ver todo tipo de cosas, gente que se salvaba otra que moría en mis manos. Era médico de urgencias, pasaba noches enteras sin dormir de copiloto en una ambulancia que amenizaba el ambiente con su sirena intermitente.
Tras salir de la cocina, que estaba patas arriba, recogí una cerveza que estaba en el suelo, habría bebido y me había dormido de cansancio, por que me dolía bastante la cabeza. Doblé la manta de cuadros que adornaba aquel cochambroso sofá y me dije.
-Algún día tendrás un buen sofá Diego-
Me dirigí a la habitación que se situaba tras una puerta en el salón, allí se encontraba mi cama, y un montón de ropa para planchar. Menos mal que estábamos en Julio, y me había cogido el mes de vacaciones, ahora tenía todo el tiempo para mí y para arreglar mi casa. Saqué del armario, una camisa verde de cuadros y un pantalón vaquero. Me lo acomodé, y me abroché la camisa. Me iría dar una vuelta, tal vez si el aire me daba un poco me aliviaba mi maldita migraña. Miré unos instantes por la ventana que había en mi habitación, el cielo estaba ennegrecido, las nubes precipitarían pronto una buena tromba de agua. Salí de la habitación y fui hacia la derecha donde se encontraba mi pequeño cuarto de baño, me miré al espejo y me vi cansado. Siempre había sido igual, pero ahora estaba con una expresión entre sueño y dolor de migraña, menos afectado debido al descanso. Me miré mis ojos marrones pardos, siempre me habían hipnotizado. Me encantaban. Tenía una barba de la que ya era hora de ser cortada. Así que me afeité. Luego peiné mi pelo marrón, hacia un lado como siempre. Nunca me había gustado mirarme al espejo, era como si, me diese algo de aversión. La verdad, es que había descuidado bastante mi aspecto desde  que mi hermano murió. Pero prefería no hablar de ello, fue muy duro para mí superarlo y aún me invade la pena y mis ojos se humedecen, y me avergüenza, que un hombre de cuarenta y cinco años aún llore de esa manera.
Se podía decir que era un poco desastre. Pero mi casa tampoco era lo bastante amplia como me gustaría, pero siempre había sido mi espacio, mi pequeño rincón, podía cambiarme de casa pero no, me agradaban los cambios. El sofá aún lo conservaba por que había sido, de mi padre en sus últimos años de vida y el me lo regaló. Era cochambroso pero antes no lo era, pronto tendría que cambiarlo, o se terminaría cayendo a cachos.
Me sequé la cara y me eché una buena cantidad de mi colonia favorita "fraganciaMen". Cogí el paraguas y salí de casa. Bajé al portal, y abría la puerta. En ese momento empezó a llover, parecía que el tiempo quería que me quedase descansando allí arriba, pegado a la pantalla de plasma, envuelto en la manta de cuadros. Pero puse buena cara, como aquel viejo refrán que solía decirme mi madre y deambulé un rato por los alrededores, era jueves así que el quiosco aún seguiría abierto. Compré el diario de hoy, y lo puse debajo de mi paraguas para protegerlo de la lluvia. La migraña cesaba cada vez mas, crucé la calle y puse rumbo al bar de la cera de enfrente, esperaría ahí hasta que la lluvia hubiese amainado un poco más, porque iba en aumento. Pedí un descafeinado con miel, y me senté en la cuarta mesa a leer el periódico. Era un bar acogedor, y solo una pareja conversaba una mesa delante de la mía, pude leer  todo el periódico, cuando por fin la lluvia cesó y se convirtió en "chispeo". Me dirigí de nuevo a casa, al parecer el paseo y el descafeinado con miel habían hecho que la migraña cesara. Miré el reloj mientras el semáforo se ponía en verde, eran las nueve menos cinco. Atisbé la calle de un lado a otro y enseguida paré en seco a mitad del paso por un Mercedes que casi me lleva por delante, -!Ten más cuidado!-le grité levantando el paraguas, y seguí mi camino.Restregué los pies bastante en el felpudo que había en el portal, y sacudí el paraguas antes de subir a mi casa. Quería subir en el ascensor por que estaba bastante cansado, cerré el paraguas y noté que algo me faltaba. Era el diario, me lo había olvidado en el bar. Fui hacia el buzón, y cuando lo abrí recogí la publicidad que estaba en aumento, pero algo calló  de entre ella que no era publicidad. Era una carta lacrada con un sello rojo, que contenía una enorme "W". No tenía remitente, pero noté que estaba escrito mi nombre a pluma. Me extrañó bastante, a sí que dejé el paraguas y la publicidad en el suelo. La abrí con las llaves, con delicado cuidado. Saqué un papel de una textura acartonada, estaba todo escrito a pluma. No reconocía la letra pero decía así: 
"Querido  Sr. Diego Rodríguez : 
Me dirijo a usted, para invitarle a un excelente fin de semana, en mi Hostal. Donde podrá desconectar, de todos sus problemas y su aburrida vida. Le aseguro que será una experiencia difícil de olvidar. Si al final acepta mi invitación diríjase a la dirección que le indico más abajo, el Viernes 12 de Julio, a las 20:35 horas. Pero antes, le propongo un acertijo, que le será bastante útil: "Lleva túnica pero no es mago, no es ladrón pero va encapuchado,tu secreto en él será bien guardado pues el silencio es su mayor aliado. En una habitación vive encerrado... con el corazón libre de pecado". Tiene hasta el viernes para decidirse, !Deje ese maldito sillón cochambroso! y disfrute de un fin de semana perfecto.
C/Olivares nº7 Hostal "El cuervo" (Castellar de la Roja).
Mr. Wood"
Al principio me pareció buena idea lo de aceptar aquel maravilloso y a la vez misterioso fin de semana en un pueblecito rural, pero me quedé bastante asombrado cuando leí que aquel hombre que firmaba la carta conocía mi sillón cochambroso, eso significaba que me conocía bastante, pero yo no sabía de quien se trataba. Aún no estaba muy decidido a aceptar la invitación... me parecía todo tan... misterioso. Debía meditarlo, al fin y al cabo era un anónimo y quién podría garantizarme que no era una estafa de mucho cuidado. Subí por el viejo ascensor hecho un manojo de nervios, y me encontré al vecino de enfrente saliendo de su casa.
-¿Me ha mandado usted esta carta?- le interrogué
Después de examinarla de un vistazo me respondió.
-No te he mandado nada, si quisiera decirte algo te lo diría llamando al timbre- me dijo bastante irritado.
Me descalcé y deposité mis llaves en el mueble de el recibidor. Me tiré sobre el sillón y encendí la tele, después de hacer un buen rato de "zapping",fui a la cocina y me hice unos nachos con queso. Cuando fui de nuevo a sentarme, el cochambroso sofá se deshizo de la pata izquierda y los nachos salieron volando.
Dejé los nachos sobre la mesa y me dije:
-!Que demonios, claro que acepto la invitación!