sábado, 12 de octubre de 2013

El Séptimo Invitado: Capítulo 5, "Cadáver en la oscuridad"

Bajamos al comedor. El ambiente estaba cargado de una mezcla entre miedo  y horror. Se podía notar en todos los rostros, con la mirada perdida, preocupados de aquí para allá. Cosas bastantes extrañas habían pasado ya en un día, y yo empezaba a preocuparme.
-Bien, ¿Puede explicarnos alguien que ha escrito Mr.Wood?- dijo Maite acompañado de unos suspiros y pausas
-Ese maldito psicópata dice: "Queridos invitados: Ya veo que han aceptado la magnífica invitación a mi fin de semana, espero que estén disfrutando de una velada espectacular... No teman, porque todo acaba de empezar. Son como marionetas en mi poder, ahora que están en mis manos. No pierdan detalle, de lo que pasa a su alrededor, puede ser que el mismo mal aceche tras la esquina"- terminó de leer Carlos.
-No puedo entender absolutamente nada- dijo Julia
-¿Que quiere de nosotros?- acompañó Francisco
-Seguramente se trate de una broma pesada... no le den importancia- dijo con un gesto despectivo Miguel
-No creo que sea una broma...- aporté
-Y si se trata de algo serio, ¿Porqué nosotros?- Temió Rosa
-Debemos mantener la calma o la locura se apoderará de nosotros... - intentó calmar Carlos
La lluvia no cesaba de caer, cada gota era un ápice más de terror. Un relámpago invadió la sala, unos andaban de aquí para allá, otros mantenían la mirada perdida, otros como yo se limitaban a mirar los rostros ajenos, y solo Miguel nos miraba como si fuera una chorrada. Las campanadas lejanas tocaron las once.
-Las once.- informó Francisco
-No puedo aguantar el sueño- bostezó Carlos
-Yo creo que también subiré a dormir, creo que debo... relajarme un rato- dijo Julia
-Lo mismo opino yo... debemos descansar, han sido bastantes cosas por hoy- le acompañó Rosa
-Yo no creo que pueda dormir... me quedaré un rato sentada necesito calmarme- suspiró Maite
-Hagan lo que quieran, voy a salir a fumar. Descansen, mañana pienso destapar a ese bromista- dijo Miguel
Después de esto todo el mundo se fue a sus respectivos sitios, yo me quedé acompañando a Maite. Se podía ver el rostro de preocupación y miedo.
-Debes estar tranquila Maite... yo te creo- la consolé
-Gracias Diego, pero yo lo paso muy mal con estas cosas ¿sabes?- me contestó
-No creo que aguantemos más así, en eso estoy contigo pero aguantaremos- la cogí la mano. Ella mantuvo la mirada y yo la sostuve, pero la conexión cesó por causa del clima de horror, rompió a llorar.
-Maite, confía en mí no pasará nada- la abracé.
Estuvimos hablando durante dos horas hasta que el sueño nos venció. Ya todos habían subido a sus habitaciones, incluso Miguel que tras entrar tres veces seguidas y volver a salir a fumar. Eso demostraba nerviosismo, ese nerviosismo que penetraba en su coraza de valiente.
-Bueno, yo creo que va siendo hora de irnos acostando- la dije
-Sí, estoy más calmada después de todo, de veras... Gracias- me sonrió.
Me recordaba tanto a Susana, que me llegó a tocar el corazón. Su pelo, sus ojos su risa y su manera de ser, llegaban a mi corazón como dagas incendiadas y despertaban en mí una sensación de amor oculto, dispuesto a quedarse aún encerrado por que estaba herido como una presa ante su cazador. Desde que murió Susana mi corazón se marchitó y no estaba para más amores.
Subimos las escaleras hasta nuestras habitaciones y le dije:
-Buenas noches Maite, que descanses
-Buenas noches Diego, que descanses también- contestó. Y otra vez mantuvimos la mirada, una mirada entre el amor y la preocupación, una tensión que no me dejaba vivir. Entré a mi habitación y me tumbé sobre la cama. Encendía la pequeña lámpara de la mesilla que iluminó la habitación, acto seguido, cerré la puerta y miré la lluvia caer tras los cristales. Una vez más miré aquel muñeco horrible, que era como una versión de mí, lo miré unos instantes y después lo guardé en los cajones de la mesilla. Saqué mi móvil del bolsillo y miré la hora, la una y tres minutos, normalmente me acostaba más tarde pero todas las emociones me habían adormilado. La luna resplandecía tras los cristales, pero enseguida las nubes negras como el carbón la tapaban con su color oscuro, como si la intentase comer. Mis ojos se desviaron a la cobertura, que estaba cruzada por una raya que indicaba que no había ni gota. Intenté marcar... pero no dio si quiera señal. Así que me eché el edredón pardo sobre el cuerpo e intenté dormir. La almohada bullida me ofreció un cálido sueño que durmió plácidamente con la noche de tormenta. Pero de repente algo curvó mis sueños, unos pasos se acercaban por el pasillo, y después de terminar su recorrido, alguien emitió un grito ensordecedor. Era una voz femenina, salí a todo correr de la habitación. Miré a ambos lados. Llamé a la puerta de Maite, y para mi sorpresa, no estaba en la habitación. Me puse pálido como la luna que envolvía la noche tormentosa. Se había levantado también Julia, que lo había oído.
-¡¿Que ha sido eso?!- susurró
-No lo sé pero se trata de al otro lado de las escaleras, sígueme.
Alumbré con el móvil el oscuro pasillo, y fuimos andado muy despacio. Notábamos como crujían las maderas, y como caían los relámpagos. De repente alguien tropezó con nosotros. Se trataba de Carlos.
-¿Han sido ustedes los que han gritado?, vine a ver si estaban bien
-No hemos sido nosotros, pero iremos a....
-¡¡Socorro!!- decía otra vez la voz. Al fin pude distinguir la voz  de Maite y corrí con todas mis fuerzas.
Al fin llegamos estaba en la habitación de Miguel, llorando en el suelo, con Miguel, en el suelo...
Alumbré con el móvil hacia el interruptor y cuando encendí la luz...el horror se plantó ante mi cara...
Julia emitió otro ruido ensordecedor y Carlos se llevó las manos a la cabeza al descubrir que...
Maite sostenía el cuerpo sin vida de Miguel.
-¿Qué es lo que has hecho?- la encaró Julia
-Yo... yo... no, no he hecho nada...- sollozó con rabia
-!Es usted una asesina!- le gritó Carlos
-¡Calmense todos! ¿que está pasando a...- el horror impidió al padre Francisco terminar su pregunta, que acto seguido empezó  a palidecer.
-Os lo juro... yo... !!yo no he sido!!- siguió llorando con rabia
El cuerpo de Miguel, estaba sin vida, no lo podía creer, alguien de mucha sangre fría lo había apuñalado varias veces el costado izquierdo.
-Es usted una asesina sin duda- gritó Francisco
-¿Que es tanto griterío?, dijo Rosa somnolienta entrando por la puerta. Esta no gritó pero enmudeció y salió corriendo hacia abajo.
-¿Dónde vas?- bajó Julia tras ella
-¿Que es lo que has echo?- le volvió a interrogar Carlos
-Yo... no he... matado... no- no podían salir sus palabras
-¿Nos quiere hacer creer que no lo ha matado usted?- la agarró Francisco
-¡Estense quietos ya!,-le solté el brazo a Francisco.
-¿Que hacías en la habitación de Miguel Maite?- le pregunté delicadamente yo
-Yo... no podía dormir... no quería... estar... estar enfadada con él...- sollozó de nuevo
-¿Y por eso lo has matado? ¿Porque no lo soportas?- se enfureció Carlos
-Claro, no lo soportaba más y por eso lo mató- acompañó Francisco
-No lo maté... entre... a pedirle perdón.... ye me lo .... encontré... muerto.- puedo decir Maite
-¿De verdad cree que me lo voy a tragar?- volvió a decir Carlos
Los dos salieron de la sala. Aquel cuadro era horrible, ver a Maite sosteniendo el cuerpo de Miguel, apuñalado. Y con la cara roja, humedecida en lágrimas.
-Tu... me... ¿me crees? Diego...- me miró
-Maite yo... Yo... te creo
-¿De veras... piensas que yo... no soy una asesina?- me mantuvo la mirada de nuevo
-Claro que no, ha sido Mr.Wood. Ese maldito psicópata que nos ha encerrado.
-Anda, tranquilízate. Yo me ocupo de... bueno de lo demás.
Cogí el cadáver de Miguel y lo dejé en el pasillo. Bastante asustado estaba, un psicópata y un muerto. Fui a mi habitación a por una manta que sobraba en mi cama, y lo envolví como pude, lo dejé en el pasillo central, el que se desviaba en dos direcciones, izquierda y derecha. Yo, que tenía conocimientos médicos pude observar, que la herida era tan profunda que solo bastó con la primera... bueno... yo me entendí. El asesino había actuado por primera vez...
Al momento, recorde´el momento del crimen, desde mi habitación, n minuto antes del grito escuché perfectamente unos pasos, pasos que no podían escucharse si no se tenían zapatos, y Maite no los llevaba.
Alguien quería incriminar a Maite y lavarse las manos. Había llegado la hora de tomarse las cosas en serio. Y de buscar respuestas.