Y así se tornaba la tarde. Por una parte estaba tranquilo porque el asesino no podría entrar, si es que venía desde fuera claro. La parte que me trastornaba era pensar que el asesino estuviese dentro, con nosotros. Entonces si que no nos podríamos fiar de nadie y habría que encontrarlo pronto antes de que volviese a actuar.
-Por lo menos hoy dormiremos tranquilos- respiró Maite
-O no tan tranquilos- le respondió Rosa
-Esperemos que esta noche no haya ningún crimen más- añadió Francisco
-Volveremos a las guardias nocturnas- insistió Carlos
-Hoy me toca a mí vigilar junto a la puerta- dijo Julia
-No se preocupe ya vigilo yo- insistió de nuevo Carlos
-No, ayer le tocó a usted. Además ya no podré dormir tranquila... me llevaré un libro... sí un libro.- respondió mientras se incorporaba del sofá.
-Son las cinco de la tarde, ¿Os apetece un café?- dijo Rosa
-Bueno, pero bien cargado si no le importa- dijo Carlos. Acto seguido se dirigió hacia la cocina.
-Yo voy a por mi inyección, quiero tenerla a mano para no tener que subir una y otra vez- me dijo Maite
-Voy a traer unas pastas que tengo, las hacen las Hermanas de Santa Luisa, las compré de camino.- añadió Francisco.
Quedamos solos Julia y yo en aquel sombrío salón. Estaba bastante preocupada por algo, pero no sabía muy bien por qué.
-¿Le ocurre algo?- le pregunté
-Pues que echo de menos a mi familia. Les dije que les llamaría. La verdad es que salí bastante enfadada. Habíamos discutido, mi marido y yo, y bueno le dije que necesitaba un respiro y me iría de fin de semana.- me confesó
-¿Y no sabe entonces donde estás?- le pregunté preocupado
-No. No les dije nada. Solo le dije a mi marido que le llamaría al llegar. Tampoco le di muchas explicaciones, habíamos discutido y... bueno, no se por que le atosigo con mis problemas.- dijo y acto seguido se levantó y añadió
-Voy a salir un rato a tomar el aire, necesito respirar
-Te acompaño no quiero que vayas sola puede ser peligroso- le dije antes de que saliese
Al abrir la puerta un enorme crujido salió de las bisagras de la puerta que me encogió el alma de arriba abajo.
Nos sentamos en el porche. Y después de un sordo silencio entablamos una conversación.
-¿Usted cree que saldremos de aquí con vida Diego?- mi miró preocupada
-No se nada Julia... si le soy sincero yo también estoy asustado. Sólo de pensar que hay.... un criminal suelto... se me hiela la sangre.- le dije mientras me frotaba los brazos a causa del frío.
-No se... yo creo que estamos dando palos de ciego con nuestra investigación, aunque yo tengo varias teorías...
De pronto un sonido nos interrumpió, ella salió despavorida y yo salí de mi desconcierto y la seguí. Procedía de la parte de atrás de la casa. Al parecer algo se había caído en el cubo metálico de basura donde había unas hojas podridas.
-Habrá sido el viento-añadí
En ese momento sonaron las campanas. Daban las ocho. El cielo se oscurecía y un relámpago volvió a anunciar la lluvia.
-Será mejor que entremos...- me dijo
Cuando nos dirigimos a entrar al hostal, el horror volvió a invadirnos. Otra carta lacrada se encontraba en la ranura de la puerta.
-Otra vez... No es posible ¡Estábamos aquí los dos!- le dije
-En un minuto que nos hemos despistado... el viento nos ha echo perder al asesino- me respondió- o tal vez el mismo asesino.
-Entremos tenemos que informar a los demás- dije con desesperación
La puerta volvió a crujir y cerré con la llave. Estaban todos tomando café.
-Oigan, el asesino viene de fuera- les dijo Julia
-¿Cómo dicen?- se sobresaltó Carlos
-¿Lo han visto?- añadió Maite
-No.Un ruido nos ha distraído y cuando hemos vuelto la carta estaba metida en la ranura de la puerta.
-Bueno a que esperan ¡Léanla!- gritó histérico Francisco.
Abrí de nuevo el sobre lacrado. Y vi lo que había dentro. Esta vez no era una carta. Era una fotografía de un hombre de mediana edad, vestía de traje y corbata. Sus ojos eran marrones como el castaño, tenía un rostro robusto, y una tímida barba le crecía.Pero tenía una cruz a rotulador rojo en la cara. Un escalofrío se adueñó de mi cuerpo. Por suerte no éramos ninguno de nosotros.
-¿Le conocen?- pregunté
-Yo no he visto a ese hombre nunca- contestó Francisco
-Yo creo recordar que no le conozco- añadió Carlos
-Yo tampoco. Pero no se me da la impresión de que tal vez le haya visto- dijo Maite
-A mí no me suena, a lo mejor le conozco. Se parece a uno de mis jefes. Pero no sé que tiene que ver con...
-Yo... tengo que buscar, una cosa esperen.- dijo Julia más nerviosa que antes
-¿Y usted no le conoce?- me interrogó Francisco
-No. Pero puede ser que esta sea nuestra conexión. Este hombre puede ser lo que nos une a todos o a algunos cuantos.- dije- Puede ser que algunos no le recuerden, pero hay dos personas, o mejor dicho tres. Ya tenemos una conexión tal vez encontremos otra entre los que no tengamos ninguna relación con este hombre.
Y así pasó la tarde. Entre cafés y recuerdos. Pero nadie salvo Rosa y Maite parecían conocerle. Julia no bajó en toda la tarde así que subía a ver si le sucedía algo.
-Enseguida bajo, voy a ver que tal se encuentra Julia.- les informé
Subí por las escaleras, su habitación estaba en el ala derecha. El hedor del cadáver de Miguel era insoportable, tenía que enterrarle lo antes posible.
Cuando llegué vi a Julia tumbada en la cama, leyendo su libro y con un montón de papeles.
-¿Se encuentra bien?- le pregunté
-Sí, estoy un poco revuelta, eso es todo. Intento relajarme en la cama en un rato bajaré no se preocupe- dijo con un aire de nerviosismo
Cuando bajé les dije a todos que teníamos que dar sepultura al pobre Miguel. Y así se la dimos y el padre Francisco ofició la ceremonia. Su último adiós. Cómo iba a imaginar que acabaría su vida así de esa manera tan horrible.
Se tornaron las diez y Francisco se encargó de la cena con la ayuda de Maite. Todo fue delicioso. Prepararon un excelente besugo con salsa marinera y patatas rellenas. Después Francisco nos presentó su postre.
-Son unas pastas, aprendí a hacerlas en mi seminario- dijo orgulloso.
Después de cenar charlaron un poco entre ellos, y Carlos nos ofreció otro concierto de piano. La verdad es que tenía gran maestría. Pero siempre tocaba canciones tristes.
-Creo que va siendo hora de que nos acostemos- dijo acompañado de bostezos Rosa
-Sí, además me acaba de dar la reuma y necesito descansar bastante- dijo Francisco
-¿Entonces seguro que se queda usted a la guardia nocturna?- preguntó Carlos a la temblorosa Julia
-Sí, tengo que comprobar algunas cosas de mis escritos- añadió nerviosamente
Después de sus palabras nerviosas nos fuimos a acostar. Había sido un día duro. Teníamos una nueva pista, una foto de un hombre que relacionaba a dos personas, bueno a tres, porque estaba convencido de que Julia también le conocía.
Abrí mi cama, y me tumbé. Mi móvil quedó sin batería y lo puse a cargar. Encendí la lampara de noche y me puse a leer un libro que había traído en mi maleta. Lo tenía en el coche, debajo del asiento, y me dispuse a leerlo.
-¿Que lee Diego?- oí
Era Maite estaba en mi habitación.
-¡Qué susto me has dado!
-Perdón no era mi intención- rió
-Es un libro sobre empresas. Pasa no te quedes ahí.- la dije
-¿Estás mejor Maite?
-Sí me encuentro algo mejor. Pero bueno sigo preocupada por que no se si saldré con vida de aquí- se derrumbó
Después de un rato la conseguí calmar. Entablamos una larga conversación que duró hasta las doce y tres.
-Eres un cielo- me dijo
-Tu también eres una bella persona
Algo hizo que me fijase en su mirada. En ese momento vi a Susana. Era igual que ella. Y el amor hizo de las suyas, y la besé. Pero enseguida me aparté.
-No, no puedo Maite.- la detuve
-No si ha sido culpa mía. Bueno, espero que me pueda perdonar- dijo triste
-Sí, es sólo que no puedo enamorarme.
Después de estas palabras se fue cabizbaja. Apagué la lámpara y el sueño me golpeó fuertemente.
Pero de pronto alguien me despertó.
-¡Despierte! ¡Vamos despierte Diego!- me gritaba una voz
-¿Que pasa?- dije aturdido por el sueño
Cuando abrí los ojos descubrí que era Rosa. Estaba llorando.
Me agarró del brazo y me llevó al recibidor del Hostal. Estaban todos asustados al rededor de Julia, inmóvil.
Cuando me acerqué pude ver mejor lo que había pasado. Habían roto la ventana, habían asesinado a Julia. Tenía una flecha clavada en el pecho.
miércoles, 20 de noviembre de 2013
jueves, 7 de noviembre de 2013
Capítulo 6: "Buscando respuestas"
Bastante nerviosos estábamos todos ya. Los acontecimientos habían cambiado bastante, tampoco es que antes se pudiera tocar la normalidad, pero ahora las cosas habían cambiado radicalmente. Alguien que nos odiaba bastante nos había metido allí en ese hostal perdido de la mano de Dios. Y además... teníamos más cerca a un asesino de lo que creíamos. Un despiste más y uno de nosotros... le haría compañía a la misma muerte.
Pero había que ponerse serios y buscar respuestas. Algo teníamos que encontrar ¿Por qué a nosotros? ¿Quien? y sobre todo ¿qué relación existe entre todos nosotros?
Bajé hacia el salón ha hacer compañía a los demás. Entré sin decir palabra. Menudo cuadro había montado, Maite estaba más histérica aún. El padre Francisco caminaba indeciso de un lado para otro, el sonido de sus zapatos rompía el tenso silencio, Carlos posaba los dedos con especial delicadeza sobre el piano, también se le veía nervioso pero lo intentaba ocultar y lo disimulaba mejor que Julia que miraba hacia ambos lados con la mirada perdida y Rosa que no se despegaba de la ventana.
-Escúchenme todos, ya sé que estamos todos muy nerviosos, pero debemos avanzar, buscar respuestas. Sobre todo cuando hay un asesino...
-La única asesina que hay en este hostal es ella- me interrumpió Carlos apuntando a Maite con su dedo índice
-Yo... os lo juro- suspiró- no he hecho nada.... - gimoteó
-Claro, llegaste y te lo encontraste muerto ¿Quién se va a tragar semejante soez?- reprochó alzando la voz el padre Francisco.
-Mirad. Sé que es difícil creer a Maite, pero ¿Y si el asesino se esconde en algún lugar del hostal? ¿o quien nos dice que no venga desde fuera?- intervine
-Tal vez esté escondido... - me siguió Julia
-O tal vez sea Maite que es lo más sensato... - siguió repitiendo Carlos
-Por... favor -suspiró- tenéis que creerme... Si hubiera sido yo... no me quedaría con... el cadáver- sollozó y se derrumbó de nuevo.
-Tiene razón... puede a ver sido El Monje- apunté
-¿El Monje? eso es sólo una leyenda que se contaba para asustar a los niños- dijo Francisco
-Vamos padre, démosle una oportunidad. Antes busquemos si hay alguien más con nosotros- se convenció Carlos
-Estoy con vosotros- dijo Rosa
-Entonces busquemos- dije levantándome
-Si mal no recuerdo, Miguel, que ya descansa en paz removió todo el Hostal y no encontró absolutamente nada.- dijo Carlos
-Entonces sabemos que no está en la casa, tiene que estar fuera por estos bosques- acompañó Francisco
-No podemos salir, las verjas están electrificadas- respondió con temor Julia
-Si el asesino viene de fuera debemos asegurarnos de que no entra nadie- aportó Rosa
-No tenemos la llave ¿Cómo cerramos?- interrogué
-Bueno podemos hacer guardias junto a la puerta- se atrevió a decir Maite
-O podemos confesar nuestros pecados- le respondió bruscamente Francisco
-Padre... - le dijo Julia
-Vale entonces, hagamos guardias.- aclaré
-Yo me ofrezco para vigilar la noche, además con lo que ha pasado no me puedo dormir- dijo Rosa
-No, déjeme a mí yo afrontaré el peligro- dijo Carlos
-¿Pero no se dan cuenta de que lo que tenemos que hacer es salir de aquí?- se alteró Francisco
-No podemos salir de ninguna forma de momento...- le respondí
Después de un largo silencio todos subieron en silencio hacia sus respectivas habitaciones, excepto Carlos que se quedó abajo para hacer la guardia. Estaba claro que ninguno de nosotros podía dormir, en la casa no había nadie pero, ¿quien te garantiza que pueda vencer a Carlos y matarnos a todos? Seguida de esa pregunta automáticamente me surgieron otras muchas más. Pero acabé por cerrar los ojos después de dos largas horas. La noche estaba serena, ya no llovía y la luna brillaba casi en lo alto del cielo. De pronto, escuché de nuevo unos pasos.Se dirigían hacia aquí. Hacia mi habitación. Luego alguien giró el pomo de la puerta. Lentamente. Muy lentamente. Al final la puerta se abrió. Era él. el monje. Me quedé inmóvil, todo un coro de voces acompañaban sus pasos. Tenía la cara cubierta por su capucha, llevaba algo en las manos. Intenté gritar pero no me salía la voz. Alzó la vista y vi su horrible rostro quemado y rasgado de heridas que habían tardado en cicatrizar, clavó la mirada en mí por unos segundos y alzó lo que llevaba en las manos, una almohada, la puso sobre mi cabeza y apretó con fuerza. Me estaba asfixiando. De pronto abría los ojos. No había nadie. Nada quedaba del monje. Era extraño aún notaba la presión sobre mi garganta. Era tan agobiante, ¿habría sido sueño o realidad? ¿habían intentado asfixiarme con una almohada, o simplemente era parte de la imaginación turbada por el miedo? Miré el reloj. Marcaba las 7:24. Decidí levantarme a desayunar. No podía seguir durmiendo, después de todo... Cuando llegué a la planta baja, me econtré con algo terrible. ¡Carlos se había dormido!
-Despierte. No ha servido mucho su guardia... -le dije algo molesto
-Mmmm... ¡Me he dormido! ¡Maldición!- contestó
-No... maldición ahora..- dije
Había visto otra vez algo junto a la puerta, habían colado otra de las cartas lacradas.
-¿Qué sucede?- se levantó Carlos
-Esto es lo que sucede- dije enseñándole la carta
-No puede ser, ¡otra vez! ¡Ha estado aquí!- dijo con rabia
-"Buenos días mis queridos anfitriones:
imagino que habrán pasado una buena noche. Les he venido a visitar, para advertirles de lo que viene ahora. Habrá muchas sorpresas por mi parte. Miren el muñeco de Miguel y obsérvenlo con delicadeza, ha cambiado bastante. Vigilen sus espaldas, no pierdan de vista ningún detalle, y por supuesto no intenten salir del hostal, a parte de que no se puede salir de ninguna de las formas. Antes tendrán que desvelar el misterio. El misterio que les relaciona a cada uno de ustedes. A los siete invitados. Busquen... busquen antes de que sea demasiado tarde.
Mr.Wood"- terminé de leer
-¿Qué misterio?- preguntó Carlos
-¿Qué nos une a todos?- pregunté
Enseguida bajaron los demás, les reunimos en el salón y tras contarles todo estalló la gran revolución, comparada la francesa fue solo un cuento para niños. Todos empezaron a armar un barullo tremendo.
-¡Callensé! Si de verdad quieren salir de aquí como yo debemos hacer caso de la carta. Ya sabemos que hay un misterio que nos une a todos. y hay alguna relación entre todos nosotros. Mr. Wood nos ha dicho que no podremos salir hasta que el misterio esté resuelto- dije
-¿Y qué es lo que nos une? Yo no conozco a nadie- dijo Carlos
-Bueno tal vez no sea esa la relación- dijo Maite
-¿Quién de todos conocía el pueblo?- preguntó Rosa
-Yo- contestó Maite
-Yo también- dijo Rosa
-¿Nadie más?- dije Julia
-Mi padre nació aquí pero no entiendo que tiene que ver eso con todo esto.- dijo Carlos
-Algo tendrá que ver. Yo no conozco el pueblo, Maite trabajó de abogada para un cliente ¿y tú Rosa?
-Yo trabajé de secretaria para otro cliente, pero no por mucho tiempo me contrató sólo tres meses antes de que dejara el trabajo- dijo
- Bueno, algo de relación tienen ustedes. Tenemos que buscar más. La respuesta puede estar ante nuestros ojos.- dije
-Voy a subir un momento a mi habitación, voy a coger mi chaqueta que hace algo de frío, enseguida bajo. les dije
Subí las escaleras a toda prisa. El hedor del cadáver de Miguel se hacía insoportable de un momento a otro. Llegué a mi habitación y cogí la chaqueta de mi maleta. Al salir recordé lo que había dicho la carta "Miren el muñeco de Miguel". Estaba claro que no le estaba llamando muñeco, se refería a la réplica de cada uno de nosotros. Fui hacia su habitación, y allí estaba. Pero ahora estaba reproducida en él la muerte de Miguel. Tenía un puñal clavado en el costado. Un escalofrío me recorrió cuerpo arriba. Salí de su habitación pero sin querer tropecé con algo. Era su carpeta, todos los papeles se esparcieron por la habitación. De entre ellos salió un libro. Al verlo descubrí que era el libro de visitas del Hostal. Lo ojeé por encima y descubrí que faltaba una hoja. Alguien había arrancado. Y estaba convencido de que algo había descubierto alguien en esa hoja, algo que no convenía que se descubriese.
Estaba seguro de que la había arrancado el asesino. Eran las visitas que tuvo el hotel el día 17 de Mayo. habían arrancado justo la parte que las recogía.
Bajé por las escaleras era bastante extraño... le daba mil vueltas en mi interior.
Cuando bajé vi a Francisco rebuscando en la recepción.
-Aquí no hay nada, ni rastro de quien es el dueño del hotel... - dijo en voz alta
-¿No encuentra nada padre?- le respondí
-Por suerte hemos encontrado la llave que cierra la casa, esta noche dormiremos bastante tranquilos- me contestó.
-!Vaya! que tranquilidad- contestó Julia
-Tampoco es algo que nos tranquilice, si erremos el hostal y se comete algún crimen... no habrá duda de que el asesino es uno de nosotros- temió Carlos
-A veces hay que tomar decisiones difíciles para conseguir nuestros objetivos- añadió Rosa
Así pasó la mañana entre desayunos y respuestas. De una cosa estábamos seguros. Si se cometía otro crimen más, ya no nos podríamos fiar ni de nuestra sombra.
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