domingo, 24 de febrero de 2013

El hombre que quería ser una rosa


Hace muchos años, vivía en un pueblecito tranquilo un joven llamado Martín. Era un campesino que trabajaba de sol a sol en el campo. Todas las mañanas cuando el gallo cantaba y el sol conquistaba el cielo se levantaba a trabajar. Labraba la tierra, plantaba semillas, y hacía todo lo que el capataz de aquel campo le ordenaba.
Un día cuando eran las doce de la mañana, la princesa del pueblo paseaba por el río que había junto al campo. Iba acompañada de dos caballeros que la protegían de cualquier rufián. Martín quedó prendado de la belleza que deslumbraba el rostro de la princesa. Era tan bella,tan delicada. Pero era inalcanzable, pues él era solo un campesino y ella era de la clase alta de la sociedad, ¿Cómo podría enamorarla? no tenía ninguna posibilidad, pues si sus padres supiesen la intención del campesino lo apresarían y lo mandarían a la mazmorra.

El campesino la miraba con tesón,pues el amor había entrado en su pecho en ese momento. La princesa estaba cogiendo flores y las echaba en una cesta, al parecer le gustaban mucho y arrancó un buen racimo.
Cuando terminó, los guardias montaron a la princesa en la carroza tirada por un caballo y marcharon a palacio.

Martín estaba tan enamorado que no sabía lo que hacer para conquistar a la bella dama. -Tal vez, si me hiciera pasar por algún conde podría tener alguna oportunidad -pensó-, pero seguro que el rey investigaría mi descendencia , averiguaría toda la verdad y moriría en la horca. -¡A la princesa solo le gustan las flores!.
El hombre pensó que su amor era imposible y se dejó llevar por el llanto.

Salió a la calle y dijo con desesperación: -¡Ojalá fuera una rosa!. A la mañana siguiente, el joven ya no era un humano, sus manos eran tallos, sus ojos eran pétalos y sus piernas eran espinas. Se había convertido en una rosa y estaba en una rosaleda en el jardín de la princesa. La princesa salió al jardín y se paró a oler las rosas, y arrancó la rosa en la que Martín se había convertido. La puso en un jarrón con agua y la dejó en su habitación Todas las mañanas la princesa olía la flor que había cogido y la miraba con dulzura.. Martín creía que había conseguido lo que quería, pero seguía sin poder expresar lo que sentía, pues la flores no hablan. Un día en palacio había mucho alboroto, pues la princesa iba contraer matrimonio con el hijo de los reyes del pueblo vecino. Martín se enteró de la noticia y al fin comprendió que aun siendo rosa su amor era imposible. Poco a poco fue envejeciendo y secándose hasta que un día... se mustió. 

MORALEJA: "Sé tu mismo, y tal vez, algún día, puedas conseguir lo que te propones"
                              

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