lunes, 9 de septiembre de 2013

El Séptimo invitado, Capítulo 1: "La invitación"


Me levanté de aquel cochambroso sofá. Al parecer me había quedado dormido. Me incorporé, e intenté abrir los ojos. Enseguida miré mi reloj, eran las siete menos veinte. Vivía en un pequeño apartamento situado al norte de la ciudad, era minúsculo. No podía casi ni moverme a mis anchas, estaba claro que era un apartamento de soltero. Tenía un pequeño recibidor con un pequeño mueble de un tono grisáceo, para dejar las llaves al llegar, comunicaba con la cocina, que era también minúscula, adquiría estilo americano,pues la ventana que daba al recibidor. Allí se juntaban toda una tropa de electrodomésticos, una lavadora, que estaba encajonada en una esquina de la cocina, un microondas, al que le costaba funcionar a la primera, una vitrocerámica, desgastada de tanto uso, desde abajo se podía observar un pequeño horno, el que sin embargo, funcionaba a la perfección. Tenía que lavar a mano, a si que en el hueco del lavavajillas, instalé una pequeña alacena, para guardar los productos de limpieza. También disponía de una mesa plegable que cerraba y abría a mi antojo. Observé que había una buena montonera de platos en la pila, me habría quedado dormido de tanto trabajar.
Dedicarse toda una vida a salvar otras es muy agotador, y muy duro. Estaba acostumbrado a ver todo tipo de cosas, gente que se salvaba otra que moría en mis manos. Era médico de urgencias, pasaba noches enteras sin dormir de copiloto en una ambulancia que amenizaba el ambiente con su sirena intermitente.
Tras salir de la cocina, que estaba patas arriba, recogí una cerveza que estaba en el suelo, habría bebido y me había dormido de cansancio, por que me dolía bastante la cabeza. Doblé la manta de cuadros que adornaba aquel cochambroso sofá y me dije.
-Algún día tendrás un buen sofá Diego-
Me dirigí a la habitación que se situaba tras una puerta en el salón, allí se encontraba mi cama, y un montón de ropa para planchar. Menos mal que estábamos en Julio, y me había cogido el mes de vacaciones, ahora tenía todo el tiempo para mí y para arreglar mi casa. Saqué del armario, una camisa verde de cuadros y un pantalón vaquero. Me lo acomodé, y me abroché la camisa. Me iría dar una vuelta, tal vez si el aire me daba un poco me aliviaba mi maldita migraña. Miré unos instantes por la ventana que había en mi habitación, el cielo estaba ennegrecido, las nubes precipitarían pronto una buena tromba de agua. Salí de la habitación y fui hacia la derecha donde se encontraba mi pequeño cuarto de baño, me miré al espejo y me vi cansado. Siempre había sido igual, pero ahora estaba con una expresión entre sueño y dolor de migraña, menos afectado debido al descanso. Me miré mis ojos marrones pardos, siempre me habían hipnotizado. Me encantaban. Tenía una barba de la que ya era hora de ser cortada. Así que me afeité. Luego peiné mi pelo marrón, hacia un lado como siempre. Nunca me había gustado mirarme al espejo, era como si, me diese algo de aversión. La verdad, es que había descuidado bastante mi aspecto desde  que mi hermano murió. Pero prefería no hablar de ello, fue muy duro para mí superarlo y aún me invade la pena y mis ojos se humedecen, y me avergüenza, que un hombre de cuarenta y cinco años aún llore de esa manera.
Se podía decir que era un poco desastre. Pero mi casa tampoco era lo bastante amplia como me gustaría, pero siempre había sido mi espacio, mi pequeño rincón, podía cambiarme de casa pero no, me agradaban los cambios. El sofá aún lo conservaba por que había sido, de mi padre en sus últimos años de vida y el me lo regaló. Era cochambroso pero antes no lo era, pronto tendría que cambiarlo, o se terminaría cayendo a cachos.
Me sequé la cara y me eché una buena cantidad de mi colonia favorita "fraganciaMen". Cogí el paraguas y salí de casa. Bajé al portal, y abría la puerta. En ese momento empezó a llover, parecía que el tiempo quería que me quedase descansando allí arriba, pegado a la pantalla de plasma, envuelto en la manta de cuadros. Pero puse buena cara, como aquel viejo refrán que solía decirme mi madre y deambulé un rato por los alrededores, era jueves así que el quiosco aún seguiría abierto. Compré el diario de hoy, y lo puse debajo de mi paraguas para protegerlo de la lluvia. La migraña cesaba cada vez mas, crucé la calle y puse rumbo al bar de la cera de enfrente, esperaría ahí hasta que la lluvia hubiese amainado un poco más, porque iba en aumento. Pedí un descafeinado con miel, y me senté en la cuarta mesa a leer el periódico. Era un bar acogedor, y solo una pareja conversaba una mesa delante de la mía, pude leer  todo el periódico, cuando por fin la lluvia cesó y se convirtió en "chispeo". Me dirigí de nuevo a casa, al parecer el paseo y el descafeinado con miel habían hecho que la migraña cesara. Miré el reloj mientras el semáforo se ponía en verde, eran las nueve menos cinco. Atisbé la calle de un lado a otro y enseguida paré en seco a mitad del paso por un Mercedes que casi me lleva por delante, -!Ten más cuidado!-le grité levantando el paraguas, y seguí mi camino.Restregué los pies bastante en el felpudo que había en el portal, y sacudí el paraguas antes de subir a mi casa. Quería subir en el ascensor por que estaba bastante cansado, cerré el paraguas y noté que algo me faltaba. Era el diario, me lo había olvidado en el bar. Fui hacia el buzón, y cuando lo abrí recogí la publicidad que estaba en aumento, pero algo calló  de entre ella que no era publicidad. Era una carta lacrada con un sello rojo, que contenía una enorme "W". No tenía remitente, pero noté que estaba escrito mi nombre a pluma. Me extrañó bastante, a sí que dejé el paraguas y la publicidad en el suelo. La abrí con las llaves, con delicado cuidado. Saqué un papel de una textura acartonada, estaba todo escrito a pluma. No reconocía la letra pero decía así: 
"Querido  Sr. Diego Rodríguez : 
Me dirijo a usted, para invitarle a un excelente fin de semana, en mi Hostal. Donde podrá desconectar, de todos sus problemas y su aburrida vida. Le aseguro que será una experiencia difícil de olvidar. Si al final acepta mi invitación diríjase a la dirección que le indico más abajo, el Viernes 12 de Julio, a las 20:35 horas. Pero antes, le propongo un acertijo, que le será bastante útil: "Lleva túnica pero no es mago, no es ladrón pero va encapuchado,tu secreto en él será bien guardado pues el silencio es su mayor aliado. En una habitación vive encerrado... con el corazón libre de pecado". Tiene hasta el viernes para decidirse, !Deje ese maldito sillón cochambroso! y disfrute de un fin de semana perfecto.
C/Olivares nº7 Hostal "El cuervo" (Castellar de la Roja).
Mr. Wood"
Al principio me pareció buena idea lo de aceptar aquel maravilloso y a la vez misterioso fin de semana en un pueblecito rural, pero me quedé bastante asombrado cuando leí que aquel hombre que firmaba la carta conocía mi sillón cochambroso, eso significaba que me conocía bastante, pero yo no sabía de quien se trataba. Aún no estaba muy decidido a aceptar la invitación... me parecía todo tan... misterioso. Debía meditarlo, al fin y al cabo era un anónimo y quién podría garantizarme que no era una estafa de mucho cuidado. Subí por el viejo ascensor hecho un manojo de nervios, y me encontré al vecino de enfrente saliendo de su casa.
-¿Me ha mandado usted esta carta?- le interrogué
Después de examinarla de un vistazo me respondió.
-No te he mandado nada, si quisiera decirte algo te lo diría llamando al timbre- me dijo bastante irritado.
Me descalcé y deposité mis llaves en el mueble de el recibidor. Me tiré sobre el sillón y encendí la tele, después de hacer un buen rato de "zapping",fui a la cocina y me hice unos nachos con queso. Cuando fui de nuevo a sentarme, el cochambroso sofá se deshizo de la pata izquierda y los nachos salieron volando.
Dejé los nachos sobre la mesa y me dije:
-!Que demonios, claro que acepto la invitación!


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