sábado, 14 de septiembre de 2013

El Séptimo Invitado, Capítulo 2: "La llegada"

Me levanté a por una silla, ya que el sofá cochambroso había llegado a su fin. Me daba pena, pero a la vez alegría. Retomé la frase anterior, había dicho que aceptaría aquella invitación tan extraña, la que firmaba ese tal Mr.Wood que tanto conocía mi sofá. Miré mi reloj, aún era temprano solo eran las diez y treinta y seis. La silla era de respaldo de madera y se me clavaba como una estaca. Al fin encontré algo interesante en la televisión, un programa sobre chismes. No me gustaba, pero me hacía gracia cuando empezaban a montar un circo.
Cuando acabó, miré el reloj de nuevo, las doce y tres minutos. -!Que tarde! me-me dije a mi mismo.
Noté que no tenía sueño, estaba muy preocupado respecto a la carta. Era todo tan misterioso, ¿Qué clase de persona invitaría así como así a su hostal? Seguro que nada bueno, pero no podía quedarme aquí anclado sentado en mi sofá pati-corto mi vida necesitaba alguna emoción. Me tomé una tila que me ayudó a dormir. Pero  por una hora nada más, luego por error sonó mi despertador, me provocó tal cabreo que lo estampé contra el suelo. Y ya no pude dormir más que esa hora. Me levanté y lavé mi cara. Abrí la nevera y cogí una de las cervezas. Me la llevé a la silla de la tortura y la destapé. Mil dudas atravesaban mi cabeza como dardos incendiados, ¿que querría en realidad aquel Mr.Wood?¿Debería aceptar la invitación o debería seguir apalancado en mi apartamento de soltero viendo chismes en la televisión?. De momento sabía que iría pero,primero, observaría el lugar. El golpe de sueño me azotó, pero conseguí resistirme. Le di un buen trago a la cerveza, y luego mis ojos comenzaron a ceder, y todo se volvió cálido... y me quedé dormido.
A la mañana siguiente, desperté en el suelo. Me habría caído de la silla torturadora, o simplemente habría preferido dormir en el suelo. Miré el móvil que estaba vibrando en la mesa. Luego calló. Pero no conseguí í seguir durmiendo. Me levanté de la silla y me dirigí a la cocina, me serví un buen café cargado. Para espabilarme. Hoy era el día. Un nudo en el estómago me sirvió otra ración de nervios, al pensar aquello que era aterrador. Eran las doce menos cuarto, el sueño me había atizado bien, al menos esta noche. Me fui a la ducha, me relajaría bastante, después de todo, tenía que estar preparado para lo peor. Me sentó genial estaba más relajado. Me engalané con mi mejor jersey de rombos granates y un precioso fondo gris. Me puse unos elegantes pantalones marrones, y me calcé unos zapatos brillantes que utilicé para la boda de mi hermano. Después de peinarme,decidí salir a dar una vuelta por la calle. El tiempo se mantenía en la linea de ayer, pero esta vez era el cielo oscuro, algunas nubes lejanas indicaban que llovería pero no aún. Reflexioné por un momento donde podría ir y la idea invadió mi cabeza me dirigí al parque de los álamos. Donde conocí a mi ángel. Se llamaba Susana. Un día fui a pasear al parque y casi me atropella con la bici, entonces ella se bajó la miré, me miró y supimos que éramos el uno para el otro. Al cabo de tres años decidimos casarnos, pero un día antes de la boda, sufrió un accidente, apareció muerta, al parecer se había caído por unas escalaras.Aún presiento que está conmigo, y que el accidente no la hizo olvidarme. Quería ir allí para relajar mis nervios antes de montar en coche y embarcarme en lo desconocido. Cuando llegué me senté en un banco bajo  los álamos. El fresquito mañanero despeinaba mi flequillo, miré a la fuente a la que en su día yo y  Susana bautizamos como," la fuente de aquel día". El recuerdo hizo caer dos lágrimas de mis ojos, pero las limpié rápido. Debía volver a casa. Así lo hice comí y me acosté la en el sillón, que había calzado con un libro de "Atlas del mundo". Me desperté en sudor, miré el reloj con ansia, !las seis y veinte!.-grité. Miré de nuevo la invitación y me di cuenta de que no tenía ni idea de llegar. Así que bajé a toda prisa hacia el coche y puse el GPS. Castillar de la Roja estaba a una hora y media según esto. Llegaría a las ocho en punto, así me daría tiempo a mentalizarme de aquello. Así que subí de nuevo y preparé la maleta. Metí rápidamente dos pares de camisas, dos pares de pantalones, un par de zapatos, dos cinturones, el cargador de mi móvil, unas cuantas pastillas para combatir mis dolores de cabeza y un paquete de tilas. Y bajé rápidamente al coche. Antes de arrancar cerré los ojos y dije -Allá voy-
El camino fue tranquilo, hasta que me encontré con el atasco. Las siete y media. Y tenía que estar listo a las ocho y media. Todo el mundo se pitaba. y yo me relajaba con  el country  en la radio, pero también me ponía nervioso. Al fin, después de diez minutos sin moverme del sitio. Pude arrancar y llegar al Hostal El Cuervo. Cuando llegué y miré lo que me esperaba, se me erizó el pelo de la piel. Era un hotel de una fachada prominente, blanca adornada y elegante. con un pequeño pabellón en la entrada, y un jardín inmenso a su alrededor, había tres grandes ventanales en la parte superior, y los árboles del jardín le daban un toque tenebroso. Salvo por la luz del pabellón de la entrada que le daba un poquito de vida. Aún no había anochecido pero cuando lo hiciera, sería un auténtico terror tomar el aire. Me extrañó bastante que estuviera tan aislado del pueblo, no había ni una sola casa al  rededor, por que estaba metido en un bosque. Era todo tan extraño, agarré la invitación situada en el salpicadero, me armé de valor y bajé. Abrí el maletero, cogí la maleta y llamé a un automático que había en la puerta. Alguien me abrió la enorme verja de hierro forjada, que tras entrar se cerró. Ya estaba dentro de aquel hostal. Avancé por el largo y tenebroso jardín lleno de hojas secas y podridas, y llegué a la entrada. Había una plaquita que decía "Bienvenido al Hostal El Cuervo" junto a ella había un timbre al que llamé. No contestaban. La puerta estaba abierta, así que pasé.
-¿Hola?- dije
No contestaba nadie, era un lujoso hotel al extremo izquierdo estaba la solitaria recepción, al otro extremo, se dejaba ver una gran puerta donde arriba en un letrero indicaba "salón". En el medio de los dos lados se podía ver una gran y amplia escalera que desviaba dos lados, uno a la izquierda y otro a la derecha, y acababa en dos balcones opuestos. Posé mi mano temblorosa en el pomo de la puerta de aquel salón y lo giré, un gran golpe me hizo frenar, la puerta se había cerrado de golpe. Pero lo ignoré y la abrí del todo. Quedé asombrado cuando, dentro de la sala, se encontraban otras personas.Pude contar seis. Todos se quedaron mirándome.

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