lunes, 30 de septiembre de 2013

El Séptimo Invitado: Capítulo 4, Sucesos extraños.

Desperté de mi ausencia. Miré las caras de todos los invitados. Todas aquellas expresiones y gestos que decían miedo, pero que tal vez, ocultasen miles de secretos aun por ser sacados a la luz. Carlos seguía al piano, la verdad es que con grna maestría deslizaba los dedos por aquellas teclas del piano de ébano que se situaba en medio de aquel salón. Las gotas y truenos de aquella inmensa lluvia que precipitó hacían el compás de la pieza. Carlos cerró la tapa del piano cuidadosamente, y se levantó en silencio. Paseó unos instantes, luego se paró y charló con Francisco que observaba la tarde que se había preparado. Miré a Maite, que estaba sentada mordisqueando un bolígrafo, y pudo transmitirme el miedo que tenía en su interior.
-Menuda está cayendo. Me parece que no podremos tomar el fresco en el jardín- apuntó Rosa
-Cuando amaine un poco, todo es cuestión de esperar... -introdujo con tono misterioso Julia
-O si no, me resguardaré bajo el porche, me gustaría salir a fumar, para calmar los nervios... -Dijo Miguel
-Ten cuidado con la verja, y más ahora que está lloviendo- le dijo en un tono burlesco Maite
A lo que Miguel respondió con una mueca de desinterés y "calla por tu bien".
-Yo creo que deberíamos encontrar la razón, de porqué motivo estamos aquí todos, está claro que no para un fin de semana... -puntualicé
-Pues no encuentro manera alguna, yo no conozco a nadie de los presentes- se alteró Francisco
-Bueno, seguro que tiene que haber algo que nos relacione a todos de alguna manera posible...- insistí
Quedaron todos callados. Pero de repente  algo hizo llamar la atención de Rosa.
-¿No escuchan?- dijo señalando a la ventana
-No- respondió con asquedad Carlos
-Espera... ahora si escucho, son campanas- respondí
-Eso quiere decir que cerca de aquí hay una iglesia- indicó Maite
-Al parecer no estamos tan incomunicados- rió de buena gana Julia
-Bueno no se ustedes pero yo estoy hambriento- dijo Francisco mientras se frotaba la tripa
-Deberíamos cenar algo, para calmar los nervios... - le siguió Maite
-Yo no tengo idea de cocinar- confesé
-No se preocupe Diego, ya nos encargamos nosotras- me dijo Julia
Todos fueron saliendo de aquel salón, unos a fumar, otros al baño, que estaba en la puerta de enfrente a la recepción. Y yo decidí explorar más detenidamente mi habitación así que subí. Aún seguía el vino esparcido, pero decidí limpiarlo después. En ese momento mi mirada se dirigió al cabecero de la cama. Y me puse pálido al descubrir aquel detalle. Había un muñeco igual a mí. Estaba vestido igual que yo. Entonces creí que se trataba de una broma de mal gusto. Pero cambié de opinión cuando entré a la habitación de Maite, y vi otro muñeco igual que ella. ¿Qué clase de juego macabro es este? ¿Quién o que nos ha encerrado aquí?. Decidí bajar a enseñárselo a los demás.
-¿Os habéis dado cuenta de estos muñecos?- pregunté al aire, porque, sólo Rosa estaba sentada leyendo.
-Sí, lo vi nada más dejar la maleta. Me impactó porque me recordó a la macabra historia que leí hace años. Diez personas... que morían una a una en una casa...- confesó tras palidecer y establecer una mirada perdida
-No se preocupe Rosa eso no sucederá, confíe en mí- dije sentándome a su lado
-Me parece todo tan raro... no se que hacemos aquí- me dijo
-Tampoco lo sé yo, en fin... todo consiste en mantener la calma...
Acto seguido metió el libro en el bolso y más nerviosa que un niño en una actuación de colegio se fue despavorida.
-He de... subir a a mi habitación.... un momento. - y con eso se fue
Quedé solo en aquel salón, observando el horrible muñeco con ojos de cruz y boca de ralla mal cosida. Rosa tenía razón... era todo tan extraño...
Al momento entraron Carlos y Francisco.
-Estamos empapados, ni ese porche es capaz de proteger del todo- rió Francisco
-Y eso que yo solo he salido a observar las estrellas, porque las adoro- dijo con tono de admiración Carlos
-¿Creen ustedes que Mr.Wood aparecerá pronto?- me intrigué
-No creo... he registrado toda la casa, y no hay más que nuestras habitaciones, este salón, el cuarto de baño y la cocina...
-Yo creo que está escondido en algún lugar, cuando subí antes a mi habitación oí unos golpes muy fuertes en el jardín.- me comentó Francisco
-¿Que creen ustedes que son estos muñecos?- les dije enseñándoselos
-Cuando lo vi pensé que eran obra del mismo Satán....- empalideció Francisco
-Yo me lo tomé como una parodia, nunca había visto una versión tan... bueno... de mí- rió nerviosamente Carlos
-!La cena está!- se oyó a Julia desde la cocina
-Vamos a ayudarte enseguida- dijo Carlos
-Yo... enseguida voy, tengo que subir a mi habitación, a por mi rosario.... tradiciones... antes de comer- dijo Francisco
De la cocina salió Maite, y se sentó a mi lado.
-Diego, tengo miedo. - me dijo
-¿Porqué?- le dije con tristeza
-No se, todo esto es muy raro... una verja electrificada... unos muñecos con mala intención sobre nosotros...
-No pasará nada, todos estamos juntos, no hay porqué preocuparse- la abracé
-Gracias por ayudarme- me sonrió.
Después de un rato, la cena estaba servida y nos sentamos todos en la mesa. Aquella mesa tan grande.
Nos habían cocinado un excelente pollo asado con patatas.
-Esto está delicioso- dijo Miguel
-Gracias, lo he hecho yo.. es una vieja receta- se sonrojó Rosa
-Yo he ayudado en lo que he podido- dijo Julia
-Y yo pelé las patatas- rió Maite
-Pues está exquisito- respondí yo
-¿Saben ya como podremos salir de aquí?- se inquietó Julia
-No, pero si son todo delicias, me vale- rió Carlos
-Vaya lo había olvidado, !mi inyección!, ya mismo regreso- Se levantó Maite
-Vale sube, te esperamos para el postre- le apunté
En ese momento todo quedó a oscuras. Un apagón invadió la casa. Se oyó como cerraban la puerta principal con llave. Y todos comenzaron a correr hacia ella, Miguel la aporreó con fuerza y Carlos gritaba.
-Rápido por la ventana, escapemos.
Pero todos quedamos paralizados cuando... en medio de la oscuridad empezó a sonar un canto. El canto de un monje, todos quedamos de piedra. Sonaba tan estruendoso que Julia y Rosa se pusieron a chillar. Había gente que se había subido a la habitación como Francisco que no pudo con la ansiedad. Y enseguida el canto se calmó. Y las luces volvieron.
-!Maldito psicópata!- grité
-¿Quién ha sido el bromista? - se encaró Miguel
-Yo desde luego que no, he estado todo el rato de pie en la puerta- confesó
Pero algo nos impactó aun más, cuando oímos a Maite gritar. Rápido y en pelotón subimos. Entonces fue cuando impacté a Miguel contra la pared.
-¿Acaso crees que no me voy a dar cuenta de que has estado en mi habitación?- le tiré del pantalón
-¿Qué dices?- me encaró
-¿Y estas manchas? son del vino que sin querer derramé- le dije
-Cállate no se de que estás hablando...
Estaba claro que algo estaba buscando en mi habitación.
Cuando llegué arriba vi a Maite en el suelo entre sollozos.
-Era horrible... !!horrible os digo!!- gritaba
-¿Qué pasa Maite?- le pregunté asustado
-El Monje, estaba en la ventana del jardín y me ha señalado, se le ha visto la cara !!era un monstruo!!
-Debes estar delirando gordita - apuntó Miguel en el peor momento
-Mira yo se lo que he visto, !y basta ya de jugar así conmigo!.
-Yo me voy a terminar la cena, si queréis seguir con esta mujer... yo me comeré vuestras cenas- rió burlón Miguel.
Cuando todos bajaron abracé a Maite.
-¿Tú me crees verdad Diego?- me dijo
-Claro, tranquila... estoy contigo Maite
Pasado un rato arriba después de tranquilizarla, Francisco subió con la cara del blanco de la Luna.
-Vais a cambiar de opinión cuando veáis, la carta que ha pasado por debajo de la puerta Mr.Wood...

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