Capítulo IV
Eva.
Mi gran amor. La chica de mis sueños. Me había sido arrebatada. Además por mi
gran a migo Rubén. El sabía que me gustaba, y ¿Cómo se ha podido atrever a
hacer tal cosa? Ya se podía ir olvidando de mi amistad. ¿Acaso no había más
chicas en el colegio?, no, tenía que quitarme a Eva.
El
ambiente en casa seguía igual. Mi madre había llamado, dijo que a las ocho de la tarde estaría en casa. ¿A
dónde habría ido?, ¿Tenía previsto divorciarse de mi padre?, desde luego que si
se había ido lo tendría previsto. Antes de la llegada de mi madre quería
terminar los deberes. Afortunadamente solo tenía que hacer la entrevista, pero
¿A quién? Mi padre no se despegaba del teléfono. Clara me había dicho que
cuando terminase las tareas me ayudaría pero, ¿sería antes de que mi madre
volviera?
La
comida había estado muy buena, Clara preparó macarrones. De postre hizo unos
pastelitos, ¡Qué buenos!
Las
cinco llegaron pronto, y Clara terminó.
-Haber
Clara, voy a hacerte unas preguntas ¿vale?- le informé como si fuera un
periodista
-Vale-
dijo riendo
-
A ver… primera pregunta. ¿Cuál es tu profesión?
-Pues
soy una asistenta, trabajo ayudando a una familia
-Segunda
pregunta, Cuándo eras pequeña, ¿Qué querías ser de mayor?
-Bueno,
yo siempre soñé ser veterinaria, me apasionan los animales
-Vale,
esto es muy divertido-reí
-Bien,
es la última pregunta ¿vale?
-¿Cuál
era tu juguete preferido?
-Era
una muñeca, me la regaló mi padre antes de partir a la mar
-Oh,
qué bonito. Gracias por haberme ayudado Clara.
-De
nada Santiago, me he sentido toda una estrella de la televisión, jajaja.
Al
cabo de un rato, dieron las siete y media. ¡Tan sólo media hora para que mi
madre llegase! Por fin podría abrazarla y darle un millón de besos. Aunque,
sólo se limitarían a discutir.
El
tiempo avanzaba rápido, se me pasó el tiempo volando, con mi libro “Simbad el
marino”. ¡Cinco minutos! ¡Qué emoción! Pero, antes de los cinco minutos, el
sonido del timbre invadió la casa.
-Yo
abro-dijo Clara
-¡Señora
Carmela!- dijo Clara mientras le daba un abrazo enorme a mi madre
-¡Clara!
-¡Mamá!
-¡Santiago!
Fue
un momento emotivo, feliz ¡Mi madre había vuelto! Pero la felicidad cesó cuando
entró a hablar con mi padre. Yo subía mi habitación, no quería oírlo.
-Agustín.
Esta situación empeora, ya no voy a permitirte el lujo de que me trates como un
animal. Hoy pondremos fin a este infierno.
-¿Infierno
dices? ¡Já! Deberías estar agradecida de tenerme como marido. Yo al menos no
desaparezco, y dejo abandonado a mi hijo.
-¡Tan
sólo fueron dos días! Si me fui, sólo fue por tu culpa. He traído los papeles
del divorcio. Si te niegas a firmarlos, lo dejaré todo en manos de mi abogado.
-Está
bien, ¡Trae aquí! Ya está ¿contenta? A la vete, ¡A ver si encuentras a un
tipejo que te pueda mantener!
-No,
si el que te vas eres tú, la casa es mía. Seré generosa, y dejaré que te quedes
hoy para que puedas organizarte. Pero, claro, no dormirás conmigo.
-¿Generosa
dices?... ¡Claro que no dormiré contigo!
Después
de no oír más gritos, bajé al salón.
-Mamá.
¿Puedo hablar contigo?- le dije
-Claro
Santiago
Subimos
a mi habitación y dejamos a mi padre en
el salón, que había cogido otra vez el teléfono.
-Mamá,
¡te eché tanto de menos! Creí que no volverías nunca. Tuve mucho miedo
-Perdóname
Santiago… Sé que estuvo mal, pero, yo ya no aguantaba más.
-Lo
sé. Pero…
-¿Podrás
perdonarme?
-Claro
mamá- dije abrazándola
-¿Papá
y tú ya no os queréis?
-No
cariño, hemos decidido ir cada uno por nuestro lado, podrás ver a tu padre si
quieres.
-Bueno…
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