Capítulo VI
Todo
había terminado entre mis padres. Ya no volverían a estar juntos. Todo ese
amor… había desaparecido. Aún recuerdo, nuestras últimas vacaciones en la casa
del tío Emilio. Era todo tan normal, éramos tan felices. Mis padres no
discutían, y reían juntos. Paseábamos por la playa, cogíamos conchas,
pescábamos pequeños peces en la orilla. Mi padre y yo construíamos figuras de
arena y mi madre tomaba el sol. Clara también había venido, y daba paseos en la
orilla o se sentaba al pie del mar. Algunas veces, mi padre y yo íbamos a pescar
cangrejos en unas rocas que había en esa playa, mi padre les ataba las pinzas
con un diminuto cordel para que no pudieran picarme, los observaba durante un
tiempo, los dibujaba y luego los soltaba en su casa. Mi madre dibujaba el
paisaje marino y Clara inmortalizaba todos los bellos recuerdos en su cámara
fotográfica.
Pero
todos esos recuerdos, seguirían siendo recuerdos. No volverían a estar vivos de
nuevo… ¿Quién era el culpable de esto?
De
nuevo se les oyeron discutir, esta vez quería observar de cerca, estaban en la
cocina y la puerta estaba medio cerrada. Observé durante un tiempo. Y cuando
estuve a punto de irme. Lo que vi me hizo volver. No lo podía creer, ¿serían
imaginaciones mías? Mi padre le había pegado en la cara a mi madre. En ese momento,
hecho una fiera, entré con toda mi valentía en la cocina.
-¡Que
has hecho! ¿Estás loco?, ¡deja a mi madre en paz!, ¿me oyes?, ¡déjala!-¡Te
odio!, ¡olvídate de mí!
Salí
corriendo a la calle, iba a mi refugio. Esta vez nadie me siguió, escapé con mi
bicicleta.
No
volvería. Me quedaría allí, en mi refugio para siempre.
Era
el colmo. Mis padres no se querían, mi padre se volvía loco. ¡Y yo tenía que
soportar esto!.
-¿Me
merezco yo esto?- dije gritando al cielo nublado
Caí
con mi llanto al suelo, desesperadamente llorando, con el corazón partido. ¿Por
qué no escapar?, Sería libre por fin, se acabarían las penas y por fin sería
feliz de una vez. Me buscarían por todos lados, darían conmigo al final, ¿pero
por qué debo huir yo, y dejar mi vida atrás para ser feliz?, Gente como mi
padre, que se dedicaba a robar felicidad.
Comenzó
a llover, y yo me refugié dentro del árbol.
(MIENTRAS
EN CASA)
-¿Dónde
está mi hijo? Por tu comportamiento de animal, nuestro hijo a huido ¿sabes?
-Tranquilícese
señorita Carmela, creo que se dónde ha ido.
-La
culpa es tuya, si no te hubieras ido seguiríamos igual
-Si
no me hubiera casado contigo por lo menos Santiago sería feliz
En
ese momento sonó la puerta
-Abro
yo señores.
-Buenas
tardes, somos los agentes Martínez y García. Venimos de la guardia civil
buscamos a Agustín Mora del Río ¿Vive aquí?
-Sí
esta es su casa. Yo soy Clara Martínez del Olmo, ahora mismo se está
produciendo una disputa doméstica entre ellos, ayúdenme se lo ruego.
-
¡Alto! ¡Policía!
-Por
fin señores.
-Señora
venga conmigo ¿Qué ha sucedido? Tranquilícese
-Verá,
mi marido y yo no éramos felices. Estaba cansada de que me tratase como un
animal, por eso tuve que abandonar mi hogar durante dos días, necesitaba
aclararme la cabeza. Fui a la casa de mi madre, que ya murió hace tiempo. Me
instalé ahí, tramité con mi abogado el tema del divorcio y me dio los papeles.
Entonces llamé a mi casa e informé de que volvería a las ocho de esta misma
tarde. Mi ex marido, firmó el divorcio, pero cuando continuábamos hablando en
la cocina, se levantó y me agredió, mi hijo estaba mirando, entró y le dijo que
por que lo hacía. Mi hijo se ha escapado por esa puerta, tiene siete años.
-Bien,
tranquilícese. Nosotros veníamos por otro asunto pero esto le ampliará la
condena
-¿Ampliar
la condena?
-Sí,
nosotros veníamos con una orden de registro. Al parecer su marido es el
principal sospechoso del asesinato de Joaquín Balbuena Gutiérrez.
-¡¿Cómo?!
-Así
es. Mi compañero está registrando la casa.
-Yo…
yo… no puedo más- cayó desmayada al suelo
-Señora,
Señora vuelva,
-Agente,
he encontrado esta pistola, al parecer tiene sus huellas. También encontré esta
pala, contiene sangre de la víctima.
-¡Claro
por eso hablaba tanto por teléfono!. Esto es… es totalmente…- cayó también
desmayada
-Atiéndala,
voy a por el señor Agustín
-Señora,
señora… vuelva
-Agustín
Mora del Río, queda usted detenido por el asesinato de Joaquín Balbuena
Gutiérrez.
-
¡Soy inocente! ¡No podrán demostrar nada!
-Llévatelo
al coche, vigílale
-Señoras,
tranquilícense, ya ha pasado todo. ¿Saben dónde está su hijo?
-Me
parece que yo sé dónde puede estar.
-Agente
Martínez, acompañe a estas dos mujeres. Siga la dirección de esta señorita,
sabe dónde está el niño
-De
acuerdo
-Tiene
que subir toda esta cuesta, y girar a la derecha. Ahora en este campo, ahí en
esa pequeña montaña.
-¡Ahí
está!
-Mamá,
¿Qué ha pasado?
-Nada,
tu padre ya no volverá a molestarnos.
-Tranquilo
chico, puedes venir con nosotros.
Tras
ese día. Mi mundo cambió. Mi madre y yo tuvimos que ir a la consulta del psicólogo
durante unos años. Pasaron cinco años. Mi padre no volvió a aparecer. Mi madre
me dijo que mi padre había huido. Estuve en shock durante ese tiempo. Luego, en
el instituto pude comenzar una nueva vida. Pero aquel día. Me marcó para
siempre.
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