El Misterio del crimen del Lobo,Capítulo IV
Un amante. Madre engañaba a padre. No puedo entender
porqué, pero bueno nada puedo reprocharle. El Padre Bernardo me dijo que el
Padre Alfonso juró vengarse de mi madre tras su tardío rechazo de instalarse
toda la vida en el convento. Algo duro tuvo que haber pasado para que mi madre
tuviese esas intenciones.
Me dirigí a mi padre que descansaba en un asiento que el
mismo talló.
-Padre, ¿Madre y tu erais felices?- le pregunté intrigada
-Bueno, teníamos nuestras disputas de vez en cuando pero,
no iba demasiado mal- me contestó melancólico
-Esta mañana he visitado al Padre Alfonso, y me ha dicho
que madre iba a entrar en el convento, ¿Sabías de sus intenciones padre?
-Claro que lo sabía. Tu madre estaba muy rara, y bueno,
me dijo que iba a entrar en el convento, respeté su decisión pero estaba muy
confuso.
-El Padre Bernardo, me ha contado que el Padre Alfonso
enfureció mucho cuando madre no confirmaba su clausura, y juró que se vengaría,
¿tú crees que…?- no me atreví a terminar la frase
-Ese maldito demonio vestido de ángel se vengó de otra forma,
ya cobró su rechazo. Acusó a tu madre de ser hereje, con la ayuda de alguien
cercano a ella colocó pruebas falsas en nuestra casa y tuvo que enfrentarse a
un auto de fe. Al final todo salió bien.
Pero fue difícil, tu madre descubrió algún secreto oscuro del Padre Alfonso,
pero no lo quiso contar.- me confesó
Me retiré, a la pequeña silla que había frente a la única
ventana. Reorganicé mis ideas. De momento tenemos dos sospechosos, el Padre
Alfonso, tal vez mi madre descubriera su secreto y juraría que lo contaría y la
hizo callar para siempre, y el otro hombre era su amante. Era hora de saber de
su identidad.
En la única sala de nuestra casa se encontraban entre
unos harapos viejos y unas mantas descosidas, unos cuantos manuscritos. Mi
padre dormía, los desenrollé muy despacio, eran cartas, avisos del señor del
feudo. Levanté los harapos y descubrí algo, una trampilla. Estaba muy bien
escondida pero pude abrirla, dentro había unas cartas, estaban lacradas, pero
abiertas. Abrí una y me di cuenta de que eran cartas de amor, de ese señor tan
misterioso, decían cosas como “Reúnete conmigo en el bosque a media noche”, o “No
te olvides de que mi corazón es tuyo”. Una misma firma acababa las cartas,
Francisco Olmedo. Por lo que pude leer en las otras cartas, se dedicaba a cazar
animales y luego los vendía en el mercado. Lo encontraría en el bosque, pero el
asesino Lobo podría estar merodeando por allí. Debía ir, porque era uno de los
sospechosos de la muerte de mi madre, pudo ser que mi madre no quisiese huir
con ese hombre y enfureció y… pero bueno debía aclararlo.
Abría la puerta muy despacito, y fui a visitar a mi amiga
Isabel. Siempre había estado conmigo en todo momento en la infancia, pero desde
que mi madre murió no la había vuelto a ver, quise estar sola, pero ahora que
me había decidido a salir. Llamé a la puerta y salió su madre, era una casa por
el estilo de la nuestra, su padre era un maestro artesano especialista en
zapatos, muchos de sus trabajadores también habían muerto por los crímenes del
Lobo.
-¡Amapola! ¿Qué haces por aquí? ¿Ya estas mejor?- dijo
alegre al veme
-Bueno estoy mejor, ahora ya no somos unas niñas como
antes, hay que ver cómo has cambiado- dije orgullosa
Le conté mis teorías, sobre de que hombres sospechaba, y
llegó el momento de pedirle el favor más grande del mundo.
-Escucha Isabel, debes hacerme un gran favor para
ayudarme.- le dije sujetándole las manos
-Lo que sea por ti- me contestó
-Verás, el amante del que te hablo es un cazador rudo, la
única forma de que pueda ir a sacar más pistas es ir a conocerle.
-¿Qué quieres decir?- me dijo asustada
-Debemos ir en su busca al bosque- le confesé
-¿Estás loca Amapola? El lobo merodea por ahí, podríamos
ser más víctimas.- dijo en un tono asustadizo
-Es la única forma, no nos adentraremos mucho al bosque,
es pronto aún, antes de que obscurezca regresaremos, ¿Harías eso por mí?
Desenmascaremos a este asesino
-Está bien, pero no deben enterarse nuestros padres.
-Les diremos que hemos ido a merendar a casa de mi abuela
-Bueno, es una locura pero vayamos cuanto antes, antes de
que se oscurezca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario