miércoles, 24 de julio de 2013

El Misterio del Crimen del Lobo, Capítulo XI

El Misterio del Crimen del Lobo, Capítulo XI


No lo podía creer, pero ya había anochecido y mi padre seguía sin aparecer. Era preocupante, ¿Y si el Lobo lo había atrapado?. Mi padre era fuerte y tenía mucha valentía, aunque fuese imposible que saliese vivo de esta, yo confiaba en él. Así que me tocó dormir sola esa noche. Noche de lluvia, como la anterior. Quise dormir tranquila sin darle muchas vueltas. Tarde o temprano mi padre aparecería, él no haría eso de irse y no volver nunca. A la mañana siguiente, me levante muy temprano, lo supe por el gallo de el vecino de al lado, cuando cantaba mi padre se iba a trabajar, de modo que cuando me levanté justo después cantó el gallo. Mañana era la boda, estaba feliz por fin mi abuela había encontrado la felicidad, después de mucho tiempo. Manuel era un buen hombre y quería mucho a mi abuela, me hacía feliz que por fin estuvieran juntos.

Decidí dar un paseo por el pueblo. De camino me encontré de frente con Vicenta.
-Amapola, que alegría, me acabo de enterar de que tu abuela se casa mañana
-¿No pensará usted venir verdad?- le repliqué
-No entiendo
-Lo que no entendí  yo es por que odiaba tanto a mi madre ¿cree que no me dí cuenta de que usted la acusó de herejía?
-Yo... tu madre siempre andaba dándome envidia con su amante, sí yo lo sabía era su amiga íntima. Todo el rato estaba contándome sus idílicas aventuras amorosas con aquel hombre.
-No tengo nada más que decirle señora. Sólo que no se digne en venir mañana.
Marché por la calle de los artesanos y una mano tocó mi hombro por detrás.
-Amapola, ¿estás bien de aquella noche?- oí
-Sí mejor- Era Francisco, venía con su hijo.
-¿Y que haces por aquí?- me dijo
-Bueno salí a tomar el aire por el pueblo
-¿Te apetece venir a mi casa? he de contarte algo- me dijo en tono serio
-Bueno, está bien.
Su casa era más grande que la nuestra, solo que tenía un pequeño patio trasero donde despellejaba y deshuesaba a las presas. Allí en una mesa se encontraban las montoneras de desperdicios de la caza anterior.
-Toma asiento,Amapola. Verás, ayer fui a por la cena al bosque. Cacé unas cuantas liebres y otras cuantas perdices pero no sólo me llevé la cena. No te lo vas a creer pero, vi como tu padre huía. No huía del lobo, porque si no vendría tras él. Yo creo que huía de algo mucho más gordo- me confesó.
-Y ¿sabes lo que era?
-No lo sé, pero no tiene intenciones de regresar, además...
-¿Qué es eso? -le interrumpí
-¿Qué?
Me levanté y fui hacia ello. Efectivamente no me equivocaba, era el manto de mi madre estaba doblado de una forma que ya había visto antes pero ahora no conseguía recordar.
-Tú eres el lobo ¿no? !¿Tu mataste a mi madre?! !¿No es cierto?!- dije llena de ira
-Amapola te juro que yo no he sido, ni siquiera sabía que ese pañuelo estaba ahí, alguien quiere incirminarlo.
Salí de allí a todo correr el miedo me había invadido el cuerpo. Salí dirección a la casa de mi abuela, tenía razón ese hombre era peligroso, !Era el asesino!. Pero, había una cosa que no me cuadraba. Si tan bien lo tenía montado, ¿cómo es que dejó el pañuelo tan doblado y colocado para que yo me diese cuenta?. Tal vez alguien quiera incriminarlo. Cuando llegué la puerta estaba abierta, era extraño. Pero decidí entrar. Me acomodé en la butaca donde solía tejer mi abuela. Y cuando posé la mirada en otro lugar vi algo. La inspiración vino a mí. Ya había juntado todas las piezas de este complicado puzzle. Ya sabía la verdad. Pero dejaría todo reservado para mañana.


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