El Misterio del Crimen del Lobo,Capítulo VIII
Allí estábamos. Era de locura pero ahí estábamos mi abuela y yo, en aquel bosque oscuro. Cerca de un asesino. Mi abuela había hecho una hoguera con yesca friccionando unas piedras que encontró, un viejo truco que le enseñó su madre.
Debíamos encontrar a Isabel. No me iría sin ella.
-Cariño,la luna alumbra pero si avanzamos ser hará más oscuro, es mejor irnos de aquí-dijo mi abuela mientras se arropaba con su manto.
-Lo que hay que hacer es encontrar de una vez a mi amiga, no lo entiendes, ahora la tiene ese loco. Si quieres irte a casa vete. Yo seguiré aunque el lobo me lleve a mi también.-le respondía.
Continuamos andando en silencio durante un buen rato. Mi abuela estaba asustada lo entendía. En ese instante comenzó a llover, una buena lluvia nos caía encima. Fuimos tras un nogal a refugiarnos. Sonaron las doce campanadas, eso indicaba que eran las doce de la noche. Fue un escalofrío lo que recorrió mi cuerpo cuando de pronto, en el nogal, ví una nota enganchada.
Seguro que era para mí. La cogí y la abrí:
"Entonces has aceptado, quieres jugar. Tu amiga se encuentra muy cerca de aquí. A la una de la madrugada pasaré junto al bosque quedaremos en este mismo nogal. Te entregaré a tu amiga a cambio del manto de tu madre. Solo quiero ese manto.Cuando me lo des podrás seguir jugando, o tal vez... te mate antes."
El Lobo
Me quedé en shock. El lobo vendría. Pero no podría huir Isabel estaba en peligro debía quedarme.
-¿Qué es eso cielo?- me dijo mi abuela
-Es él. Dice que a la una pasará justo por este robusto nogal y nos entregará a Isabel, a cambio del manto de mi madre, no se para que lo quiere.
-¿Qué? ¿El lobo va a venir? ¿estás loca? !Hay huir de aquí como sea!- dijo mi abuela tirando de mí
-No, me quedaré aquí. Si quieres puedes irte lo entiendo.-le respondí
-No te dejaré sola, jamás.
La lluvia seguía cayendo acompañada por una orquesta de truenos. Aún no me creía donde estaba, por fin el lobo vendría. Me reposé sobre el nogal y cerré los ojos. Sería mejor dormirse durante unos minutos. Las campanas alertarían a mi abuela y me despertaría. No había traído el manto de mi madre, era el mío. Pero de todas formas no tenía ni idea para que lo quería el lobo. Le engañaría, le daría mi manto.
Durante un rato pensé que no saldría viva de aquel lugar, pero esta sería la última vez que el lobo atacaría. Cuando apareciese le pegaría un tiro de buena gana. Ya no pasarían mas miedo, ni habría mas crímenes. El tiempo veloz llegó. Sonaron las campanas de la iglesia marcando la una de la mañana y yo estaba preparada. Agarré la mano a a mi abuela y cargué la escopeta. A lo lejos se oían las pisadas de un caballo. Era la hora, la hora de acabar con todo.
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